No a las reformas al vapor

No a las reformas al vapor

Cualquier modificación relacionada con la vida institucional del país debería ser el resultado de un consenso entre los grupos sociales que podrían resultar afectados por los cambios. Por ejemplo, ningún sector que forme parte del abanico de intereses de los municipios puede quedar al margen de un proceso que pretenda modificar la Ley Municipal. Sin embargo, este parece ser el caso en lo que concierne a un proyecto que se cuece al vapor y de manera excluyente en la Cámara de Diputados.
La advertencia sobre el interés de los diputados de hacer cambios de interés político a la Ley 176-07 del Distrito Nacional y los Municipios, la hace el Consorcio de Ciudadanía Activa, compuesto por unas diez entidades de la sociedad civil, que se sienten excluidas de los aprestos de modificación que los legisladores impulsan sin tomar en cuenta la Constitución y procesos en marcha relacionados con la Estrategia Nacional de Desarrollo, con el interés de afianzar la influencia partidaria sobre la vida institucional de los municipios.
Nadie tiene derecho a manipular en provecho de intereses partidarios la institucionalidad del país, y en particular, la de los municipios. Todo cambio en la Ley Municipal tiene que sustentarse en necesidades y conveniencias de las comunidades, para lo cual es primordial dar participación a sus instituciones representativas, sin excepción.

Un problema arquitectónico

La Ley de Tránsito está en la mira de los reformadores. Es parte de una gestión que pretende corregir problemas urbanos, en particular el desorden de circulación. Ojalá no pretendamos curar la fiebre en la sábana. Con sus defectos, la Ley 241 sería funcional si se aplicara al pie de la letra, pero no se hace. Y modificarla sin reformar nuestra irreverencia ante la ley y el orden, podría ser una lamentable pérdida de tiempo.

Algo que perdemos de vista al tratar el problema del tránsito es la arquitectura. Santo Domingo ha crecido sin planificación, sin previsiones para los servicios básicos. Es posible que cada urbanización nueva tenga su plan maestro particular. Pero la Capital, en cambio, no tiene plan maestro ni límites horizontales. En torno al caos arquitectónico orbitan muchos grandes males metropolitanos. El del tránsito es solo uno.

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