La verdad es que los pupilos de Juan Bosch han llegado al extremo de su traición a los principios que éste enarboló y que inspiraron el levantamiento de abril del 1965, origen del Movimiento Constitucionalista de ese año.
Es evidente que las facciones en pugna por el control del Partido de la Liberación Dominicano han perdido la perspectiva de lo que significan las instituciones democráticas, ante su pugilato por el predominio político en su parcela y el país.
Solo así se explica que se pretenda poner a competir en unas elecciones primarias a través de la Junta Central Electoral, al presidente de la República con una Constitución que le prohíbe postularse, como si se tratara de un desafío de patio.
Como si esto fuera poco, la facción que dirige el presidente de ese partido y tres veces presidente de la República, se atreve a ofrecer 142 candidaturas de la reserva por Ley a sus rivales, para que repitan en las principales posiciones legislativas y municipales muchos de los cuales las detentan desde hace hasta 18 años, como si fueran títulos nobiliarios en plena Edad Media.
Por supuesto que ninguna de las partes está dispuesta a abandonar el “carguito” de Presidente, sino quizás cuando se cumpla el segundo centenario de la República en el 2044, si se lo permite el pueblo dominicano, pues eso no será posible…
No hay que olvidar que Ley de Partidos y sobre todo las primarias tienen su origen, precisamente, en la necesidad de evitar que las cúpulas partidarias monopolicen las candidaturas a cargos de elección popular.
Por de pronto el pueblo y el Tribunal Constitucional deben enfrentar por la vía más expedita a tan escandalosa situación, y aclarar además que las reservas que establece la ley tienen que establecerse por niveles y por demarcaciones. También debe actuar una fiscalía capaz de funcionar con independencia, pues por lo menos hasta el mismo lunes pasado había una abrumadora campaña reeleccionista por la televisión en todo el país.
Por otra parte, es imposible pasar por encima de la Constitución permitiendo el voto de arrastre para el Senado en sus provincias más pobladas del país; como tampoco un voto “automatizado” que no permita hacer valer en forma prioritaria la suma de los comprobantes de las votaciones individuales, porque bastaría una fracción de segundo de trasmisión electrónica para que expertos como Joao Santana alteren los resultados.
Finalmente, el voto preferencial desvirtúa en gran parte la función de las primarias, ya que éstas revelan el orden de preferencia de los elegidos, mientras que el voto preferencial solo provoca el “canibalismo” entre compañeros de Partido y el ventajismo antidemocrático con barrilitos y otros recursos “non sanctos”.
En última instancia, será el pueblo dominicano que tendrá que imponer reglas de juego para las nuevas generaciones e instituciones que se respeten.