No abonemos la historia del bolero a la cuenta del vecino

No abonemos la historia del bolero a la cuenta del vecino

POR FERNANDO CASADO
La sección “El País”, de fecha febrero 12, publicó un enjundioso artículo sobre El Bolero en R.D., firmado por uno de nuestros más connotados periodistas, mi respetado amigo Ubi Rivas. En el mismo, en cuyo contenido se destaca, con justificada razón, la importancia de la puesta reciente en circulación de una importante obra sobre el tema por la compañía Verizón, se comete un estridente dislate, una distorsión cronológica infeliz, que no debe quedar como una verdad para la posteridad. La misma confirma, paradójicamente, con toda la elocuencia histórica, precisamente lo que trata de negar.

En términos de la investigación cuidadosa, científica, respetuosa, no importa quien pueda tener la razón sobre el dato o el evento. Lo realmente trascendente y sano es el esclarecimiento de la verdad en favor de la Historia, no de nadie en particular. No es una disputa personal, es una disputa con la Historia.

El hecho claro de que el Bolero es creación de los dominicanos, es ganancia orgullosa para todos. Es parte del capital honroso que dimensiona y dignifica la creatividad notoria y fértil de aquella sociedad que fuimos y que estamos obligados a defender. Invaluable tesoro intransferible. A ellos debemos lo que hoy somos y lo que mañana seremos, si sabemos defenderlo y honrarlo, porque nosotros seremos un día ese pasado. No tiene sentido despojarnos del legado de nuestros antepasados para abonarlo indolentemente a la cuenta del vecino, como si aquel capital no fuese parte de una rancia herencia histórica real, un tesoro bien ganado, genéticamente intransferible. Sería una irresponsabilidad enfermiza frente al pasado, un acto de infidelidad y cobardía irreflexiva de la Inteligencia Dominicana de hoy, frente a la Nación no escrita del futuro, juez inflexible ante nuestras desviaciones y errores. El traje de la Historia esta hecho a la medida. Desnudarnos para vestir a otro no es gracioso ni inteligente. Por más que rasguemos el encaje de nuestras hermosas vestiduras culturales, los hechos históricos que nos han servido de sustancia y músculo, que han bordado la estructura vivencial del espíritu y el intelecto creativo de esta Nación, son imborrables. Es con eso que estamos jugando.

Los párrafos aludidos en el artículo de marras, se preceden, y afirman, irremediablemente, lo que pretenden negar, veamos:

Afirma Rivas: “Todos los compositores autóctonos han sido ponderados en el accionar histórico del bolero, así como su principales promotores, los vocalistas insignes que hicieron conocer sus canciones, desde que el cubano Sindo Garay introdujo el bolero en nuestro país en 1895, desde su cuna, Santiago de Cuba, donde Pepe Sánchez compuso el primero,Tristeza, precisamente en el último lustro del siglo XIX.”

El párrafo a continuación descalifica lo que esta afirmando el que antecede: “Veloz Maggiolo refiere que el primer trovador que vocalizó el bolero fue el poeta venezolano Eduardo Scanlan, protegido del dictador Ulises Heureaux, asesinado por el general Santiago Pérez por cortejar a su esposa Emilia Ramírez.”

El problema es que el trágico Scanlan muere en 1887, 8 años antes de que Sindo Garay llegara a Santo Domingo. Se demuestra, sin discusión, remitiéndonos solo a este dato, que El Bolero existía en Santo Domingo mucho antes del arribo de Sindo, quien no solo diera a conocer en Cuba el Bolero Dominicano, sino además La Criolla. Lo esta confirmando Veloz Maggiolo, según el artículo de marras.

Ni Sindo Garay ni ninguno de los cubanos de la bohemia que vivieron en Santo Domingo a finales del siglo XIX, han afirmado NUNCA que el Bolero era desconocido en este país. Es una invención necia. De hecho, en el libro sobre su vida, Garay afirma que el “iniciador” del bolero cubano fue un oscuro personaje de nombre Nicolás Camacho y no menciona, con relación al tema, a Pepe Sánchez, quien fuera, según él, su “único maestro” desde su mocedad, descalificando las afirmaciones de la musicología cubana sobre “Tristeza”, tema que su autor nunca denominó “Bolero” y desairando, además, los desarmonizados entusiasmos aventurados del diletantismo nuestro.

El mismo pecado cronológico es cometido por don Julio Arzeno, confirmando lo que se pretendía negar y pateando, de paso, el infortunado dislate sobre Garay. En este caso el respetado maestro atribuye la llegada del bolero cubano, “a los inmigrados cubanos por los años 70 al 96”. Y de nuevo se choca de frente con la lógica histórica. El “primer” bolero cubano, aparece de la nada, en 1880, diez años después de una fecha (1870) en que, según Arzeno, ya el bolero se cantaba en Santo Domingo. Se refuerza así, la referencia de Scanlan dada por Veloz Maggiolo, con el agravante de que el dato establece la presencia del bolero en Santo Domingo 10 años antes de que se conociera el género en Cuba, y 26 años antes de que apareciera Garay. 

La falta de confiabilidad en las informaciones cubanas sobre el tema y las distorsiones que ha creado su repetición graciosa superficial, sin ninguna ponderación juiciosa, basada en la aceptación a ciegas de las ligerezas cubanas y no en investigaciones a profundidad, nos lleva a presentar este ejemplo que acusa, desde siempre, una dañina morbosidad recurrente en la musicología cubana. Livianamente, parece haberse subestimado la Inteligencia dominicana del futuro en su musicología, por no calificar las estridencias golosas de su temperamento antillano.

Ocurre ya, en las desafortunadas afirmaciones de Carpentier sobre la música de Saumell y sus subjetividades con respecto a las células intrínsecas del bolero, la criolla etc., géneros que no nacen en Cuba. Lo mismo en el caso de la denominación de “Bolero”, a posteriori, con respecto al tema “Tristeza” de Pepe Sánchez, no por este autor. Si así hubiese sido habría tenido que inventar el género en el instante de la composición. Los géneros no se “inventan”, es la dinámica social sin rostro la que siembra y establece toda expresión cultural de permanencia en su laboriosidad atemporal. Igualmente, el caso lamentable del temerario Casas Romero, desmentido por Garay, y el momento onírico del nacimiento de La Criolla cubana, donde se asume no solo la “invención” teatral del género, sino además del nombre de “Criolla”, simultáneo, para el mismo. Es un episodio triste, enfermizo, que marca una época y una actitud a revisar con honesta seriedad. La musicología cubana, cándidamente, nunca se interesó en auscultar las experiencias del Sr. Casas Romero en su viaje a Santo Domingo con sus músicos en 1913. Ni Casas, olímpicamente, jamás tocó el espinoso tema de su visita a Dominicana. Ni siquiera en su libro. Todo quedó en un elocuente silencio, que ha sembrado de dudas la sinceridad histórica de la musicología cubana.

Ocurre con Elio Orovio y su libro sobre música antillana. Los disparates no casuales sobre la música dominicana, las referencias ignorantes de los primeros años de la colonización y el movimiento de las negritudes en las Antillas, que ya enfocáramos y cuyas críticas en un artículo anterior nuestro, le llegaron, con todo su amargo sabor, hasta su santuario en la Habana.

Hablando de falta de confiabilidad, como señalábamos mas arriba, escuchemos a Sindo Garay, en este ejemplo desconcertante, donde describe el momento de su primer atrevimiento musical: “En el grupo iban algunas muchachas, y entre ellas, María Mestre, a quien yo conocía por haberla visto antes en el muelle de Santiago (de Cuba), un día en que llegaba al puerto el vapor “Avilés” y ella había ido a esperar a un pariente que llegaba en el barco. No sé si fue el murmullo del río, la belleza del paisaje o mi genio que ya despertaba, lo que me hizo sacar una música nueva, distinta, para María. Y vino la letra, cuadradita, aunque un poco atrevida para mi edad, pues en aquel entonces yo sólo tenía doce años. Era una cuarteta. La guitarra la tenía perfilada, y la letra le venía como anillo al dedo. Acababa de nacer mi primera sindada a orillas del río Guaso…   

Quiéreme trigueña

No me olvides, mujer, ni un momento

Que tu amante por siempre seré

Quiéreme, trigueña, quiéreme

Porque jamás yo te olvidar酔

(Memorias de un Trovador. C. de León, p.32)

Carmela de León, autora de estas Memorias, hace al final del libro un Catálogo de Obras escritas por Sindo y las agrupa por géneros. Como observamos en el párrafo más arriba descrito, Garay le llamó “cuarteta” y “sindada”, nunca otra cosa. Recuérdese que apenas tenía doce años de edad.

No entendemos cómo en este recuento (p.193), esta breve “cuarteta” de Garay, que aparece fechada en 1879, titulada “Quiéreme Trigueña”, es incluida, contradictoriamente, como “bolero”, cuando este género aun no había surgido en Cuba, entendido que es un año después (1880), cuando supuestamente aparece de la nada “Tristeza”, de Pepe Sánchez. Debió ser entonces, por cronología obligada, Sindo Garay, aprendiz de guitarrero, con doce años y no Pepe Sánchez el creador del bolero en Cuba. Es de suponer que éste lo hubiese cantaleteado y no hubiese categorizado al “iniciador” Nicolás Camacho. ¿Dónde está la cubana verdad? La única respuesta a un dislate de esta envergadura es, la costumbre viciosa en la musicología cubana de calificar aventuradamente y a posteriori, eventos y situaciones históricas que exigen más rigor y objetividad.

No se pueden pasar por alto las referencias escritas por J. M. Coopersmith con relación al bolero histórico dominicano y el cubano, tomando como base la antigüedad de los patrones rítmicos y el uso de instrumentos de tradición: “Diferencias regionales en esta danza resultan del uso de ritmos nativos identificados con instrumentos de percusión del país en particular. Así, en la República, la tambora (tocada en esta danza como el balcié, sin palito) produce patrones rítmicos los cuales identifican el bolero como Dominicano, en vez de Cubano” (Music and Musicians of the Dominican Republic. p. 56. Edit. por Unión Panamericana, 1949).

Finalmente, un dato irrebatible y definitivo. No admite discusión. Don Emilio Rodríguez Demorizi, en su libro “Música y baile en Santo Domingo”(p.63) recoge, al igual que Don Mariano Lebrón Saviñón en “Historia de la Cultura Dominicana”, los versos publicados en 1857 por el periódico “El Eco del Pueblo”, firmado con el seudónimo “Presago”, atribuido a Don Nicolás Ureña de Mendoza, padre de Salomé Ureña de Henríquez:

“Del Ozama la corriente un ligero barco hendía y reinaba la alegría a su bordo entre la gente.

En la popa de la nave
Un gallardo marinero
Cantaba alegre un bolero. (p.63)

Pepe Sánchez había cumplido un año de nacido y Garay aun no había llegado al mundo, cuando los dominicanos y aquel “gallardo marinero” cantaban boleros en la ría romántica y fiestera del viejo Ozama. Una generación antes de que apareciera “el primer bolero cubano”.

Elio Orovio y su libro

Ocurre con Elio Orovio y su libro sobre música antillana. Los disparates no casuales sobre la música dominicana, las referencias ignorantes de los primeros años de la colonización y el movimiento de las negritudes en las Antillas, que ya enfocáramos y cuyas críticas en un artículo anterior nuestro, le llegaron, con todo su amargo sabor, hasta su santuario en la Habana.

Hablando de falta de confiabilidad, como señalábamos mas arriba, escuchemos a Sindo Garay, en este ejemplo desconcertante, donde describe el momento de su primer atrevimiento musical: “En el grupo iban algunas muchachas, y entre ellas, María Mestre, a quien yo conocía por haberla visto antes en el muelle de Santiago (de Cuba), un día en que llegaba al puerto el vapor “Avilés” y ella había ido a esperar a un pariente que llegaba en el barco. No sé si fue el murmullo del río, la belleza del paisaje o mi genio que ya despertaba, lo que me hizo sacar una música nueva, distinta, para María. Y vino la letra, cuadradita, aunque un poco atrevida para mi edad, pues en aquel entonces yo sólo tenía doce años. Era una cuarteta. La guitarra la tenía perfilada, y la letra le venía como anillo al dedo. Acababa de nacer mi primera sindada a orillas del río Guaso…    

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