¡No abran! ¡No respondan!

¡No abran! ¡No respondan!

El terrible drama que vivió la ex gobernadora de Mao, doña Pancha Arté, hija del eminente músico y profesor Emilio Arté, hay que contarlo como alerta. La dama salvó su vida milagrosamente después de soportar cuarenta y cinco minutos de golpes y torturas psicológicas infligidas por tres desalmados atracadores que la han dejado marcada con las heridas físicas y cicatrices emocionales de tan amarga experiencia. Tal vez su personalidad sencilla y la generosidad de sus obras caritativas atrajeron a los malhechores pero quizá fueron sus buenas acciones las que merecieron el premio de la sobrevivencia frente a sus despiadados agresores.

Todo comenzó con una llamada telefónica en nombre del gerente de uno de los bancos locales, que respondió su empleada doméstica, pues ella se encontraba en el baño. Le anunció el interlocutor que pasaría por su residencia y, efectivamente, a la media hora fueron a visitarla, supuestamente de parte del ejecutivo, para que contribuyera a pagar los presuntos estudios de los tres delincuentes que al principio, en su buena fe, ella no identificó como tales.

Los maleantes le practicaron un interrogatorio y le presentaban, ante sus réplicas, el historial completo de su familia y del escaso patrimonio que poseen en bancos. Uno por uno fueron mencionándoles a sus hijos con sus respectivas direcciones y cuentas en diferentes entidades bancarias de la comarca. Sabían detalles de la vida de toda la familia y ella, inocente, asentía, aclaraba, desmentía. Los fríos criminales comenzaron a impacientarse con la mansedumbre de doña Pancha y decidieron amordazarla, golpearla, encañonarla. Uno la agredía, otro le apuntaba y un tercero invadía la casa para robar. Cuando ella estaba al borde de la asfixia tocó su nieto con un encargo y ella hizo un esfuerzo, nariz y boca tapadas con gruesa cinta adhesiva, para responder. Lo que le salió fue un bramido ahogado, tan contunde que le cortó los labios, provocando un profuso sangrado. La salvó el llamado del muchacho que, inteligente, salió corriendo en busca del oportuno auxilio. Los asaltantes tomaron cuanto dinero y joyas llevaban recogido y la abandonaron viva, pero llena de hematomas y heridas de las cuales aun no se ha recuperado.

El caso es muy frecuente. Algún conocido se acerca refiriendo nombres, situaciones que resultan familiares a las víctimas y es el truco para ser aceptados, hasta invitados a pasar y sentarse. Después, ya no hay límites ni barreras para la agresión. Están en sus aguas, con el terreno allanado para la estocada.

Los victimarios de doña Pancha no han sido descubiertos. Quizá detrás de ellos hay un autor intelectual bien allegado a la dama, a sus hijos. Es lamentable su condición física, su dolor, el trauma que el hecho ha dejado en su psiquis, que a veces le impide conciliar el sueño. Gracias a Dios, ahora es menos confiada.

Hay que contarlo para prevenir, sobre todo al servicio doméstico, a mujeres solas. Si el que toca a la puerta o llama por teléfono es un desconocido, no abran, no den explicaciones. Doña Pancha tuvo suerte de salvar la vida. Fue un milagro.

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