El país ha sido testigo en los últimos ocho años de un proceso de acumulación de poder y riquezas sin precedentes, por parte del Partido- Corporación PLD, encabezado por el Presidente Leonel Fernández y su Comité Político.
Hasta el presente Leonel y sus adláteres han tenido éxito en el acaparamiento del poder del Estado, no obstante su falta de escrúpulos, y profundos sentimientos antidemocráticos, unidos a su insensibilidad social y su capacidad de manipular los prejuicios y temores de las masas, que se resumen en su muy conocida expresión, en política se hace lo que conviene, que parece ser la consigna que une a sus altos jerarcas. Hay que reconocer sin embargo que esas lacras ominosas están acompañadas de una visión estratégica, una disciplina de trabajo y asesoría técnica que hasta ahora han superado la dispersión, la improvisación y la falta de determinación de sus adversarios.
Pero sin duda el PLD ha ido demasiado lejos en su política despótica, mientras los indicadores nacionales e internacionales proclaman a los cuatro vientos el profundo deterioro socio-económico e inseguridad en que se desenvuelve la sociedad dominicana en casi todos los órdenes.
El endeudamiento acelerado, el desempleo masivo, la delincuencia rampante e impune, los abusos de poder a todos los niveles, la agresiones crecientes al medio ambiente, el abandono de la salud y la educación de calidad aceptable, la falta de oportunidades y la corrupción en gran escala, anuncian que quizás hemos llegado a un punto de no retorno en el drama nacional. Solo falta que algunos de los pocos puntos luminosos del acontecer nacional actual, fallen en los próximos meses: el equilibrio en la tasa de cambio, ya que la macroeconomía esta muy desequilibrada por los déficits comercial y de la balanza de pagos; los ingresos por nuevas inversiones inmobiliarias, pues ya amainan las remesas de los dominicanos en Estados Unidos y España; y la baja en la captación de divisas de las lavanderías del país, para que tengamos una crisis económica de mayores proporciones.
Si a eso sumamos el paquete fiscal que nos espera, llámese parche o reforma integral; este pueblo, con su democracia acorralada, cuyo único partido de oposición está intervenido por un régimen despótico, enfrentará una situación de verdadera tragedia que todos lamentaremos porque a fin de cuentas la única diferencia entre el despotismo que padecemos y la tiranía que ya sufrimos durante 32 años, es la violencia.
A fin de cuentas, la gran diferencia entre la dictadura constitucional que padecemos y una tiranía como la de Trujillo es la sangre que se derrama para imponer la voluntad cesárea y el silencio ante el descontento por ese estado de cosas; pero el pueblo no soportará las desventuras que traerá la nueva crisis económica que se nos acerca ojalá no tengamos que fungir como la Casandra de Troya