No aprendemos

No aprendemos

La crisis avanza y el Gobierno se va por el camino fácil de mantener los gastos, mientras se  anuncia la llegada de automóviles de lujo de la temporada 2009. Vivimos en el país del chernaje, del tigueraje, donde triunfa quien tiene mejor ejercicio de la gramática parda, de la sabichosería acumulada desde la picaresca española.

Ignorar la crisis parece ser la política del Gobierno que pretende echar mano del rico botín que representa el ahorro de todos en el sistema de seguridad nacional.

No hay acuerdo definitivo sobre cuáles son los servicios que debe prestar la seguridad nacional, se desconoce cuánto se pagará a un médico especialista por consulta, se ignora si se cubrirán las enfermedades catastróficas, pero el Gobierno planea usar el dinero ahorrado para construir viviendas baratas con el dinero de la seguridad nacional.

Ese barril sin fondo que el Gobierno cree que puede usar a  voluntad es y debe ser un patrimonio cuya inversión se estudie cuidadosamente y las decisiones sobre él deben tener el exquisito cuidado que merece una flor de invernadero.

Es el dinero de Fuenteovejuna, el ahorro forzado impuesto a miles de trabajadores cuyos exiguos salarios no alcanzan para vivir. Son trozos de vida que se restan de los ríspidos salarios.

Se trata de dinero descontado inapelablemente a los trabajadores, aunque los empleadores no entreguen con la misma seriedad y frecuencia la parte que les corresponde para completar las cuotas.

En materia de presupuesto el Gobierno mantiene una política diametralmente opuesta a lo que aconseja la prudencia (que no se trata de Prudencia, la vecina del doblar de la esquina).

Una política prudente, coherente, combate las enfermedades transmisibles para evitar gastos en medicinas, horas-hombre de los médicos, insumos de laboratorios, internamiento.

Una política prudente es la que aplica un estricto régimen de austeridad que acaba con el clientelismo y pone en su justo tamaño el volumen de la nómina del Gobierno.

Una política prudente privilegia la inversión en producción de alimentos y en la organización de la distribución de los mismos para abaratarlos, especialmente en momentos tan difíciles como los actuales.

Una política prudente es la que asegura un mínimo de horas de energía para que la industria pueda trabajar.

Una política prudente es flexible, imaginativa, versátil, creativa.

Una política prudente es la que aconseja acortar la semana laboral a tres días y duplicar los turnos de trabajo. No es un invento. Europa practicó ese sistema y ahora se aconseja que se disminuya el desempleo dividiendo para dos personas el trabajo de los seis días de la semana.  

Por cierto, pregunta un responsable de la política económica ¿será cierto que el Presidente de una institución del Estado compró un automóvil Lamborghini?

Por eso es que dicen que cada quien habla de la fiesta según como le va.

¿Y el país? ¡Mal, muy mal, gracias!

¿Hasta cuándo? ¡Hasta que nos unamos!

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