El movimiento de sanación nos toma toda la vida. Cuando creemos que hemos llegado, nos percatamos de que hemos recorrido todo ese trayecto tan solo para volver a empezar. Lo que nos cura es mantenernos enfocados en el proceso y reafirmar nuestra decisión de sanar, no el resultado final.
Jung pensaba que la experiencia espiritual del “self”, llamada en otros modelos “ser real” o “yo auténtico”, solo puede realizarse mediante la circunvalación. La sanación es una espiral. En su libro “El encanto de la vida simple”, Sarah Ban Breathnach dice que en cada vuelta que damos en la rueda de sanación, el panorama se abre un poco más.
Amar es una decisión de rendirnos a algo más grande que nosotros mismos, y mientras no elegimos esta opción, seguimos luchando por obtener resultados en los otros pensando que así seremos felices. Todos los conflictos que vemos afuera, son el reflejo de lo que llevamos dentro.
La mayoría de los problemas que tenemos en las relaciones tienen su origen en el desconocimiento para intimar con nuestro propio niño interior. Cada edad que hemos vivido está en nosotros, dentro de nuestra conciencia y memoria.
La escritora estadounidense precursora de los libros de autoayuda Louise Hay dice: “Uno de los asuntos más importantes que necesitamos comenzar a abordar es la curación del olvidado niño interior. Muchos de nosotros nos hemos pasado demasiado tiempo sin hacer caso de nuestro propio niño interior. Tengas la edad que tengas, hay en tu interior un pequeño que necesita amor y aceptación”.
Si eres una mujer, por muy autosuficiente que seas, tienes en tu interior a una niña muy vulnerable que necesita ayuda. Si eres un hombre, por muy maduro que seas, llevas de todas formas un niño dentro que tiene hambre de calor y afecto.
Gran parte de nuestros enfrentamientos con los demás, en realidad son luchas que tenemos con el niño herido y asustado que hay en nuestro interior. En este sentido, cada roce de convivencia es una maravillosa oportunidad para sanar las lesiones emocionales que tenemos.
La pareja nos toca en lo más profundo de nuestro ser, y eso también quiere decir que nos toca en lo más profundo de nuestras heridas. Estar en pareja es un procedimiento intensivo de sanación. En las runas (símbolos del alfabeto de las tribus germánicas que habitaban las tierras al sur de Dinamarcacerca del año 100 a.c.), Nauthiz representa las dificultades en las relaciones.
Cuando esta runa sale, la invitación es a honrar el compromiso con la sanación, por vía de la autoaceptación, autoamor y autocuidado. Su papel es acompañarnos para encontrar nuestas sombras y llevarlas a la luz. En realidad, es una llamada a tratar nuestras limitaciones como una oportunidad, para integrar desde el amor los aspectos reprimidos de nuestra propia naturaleza.
El amor no se busca, no se implora ni se mendiga. La tarea es sanar lo que nos ha separado de nuestro propio amor, o lo que es igual, del amor de Dios en nosotros. En cada ritual, ceremonia, celebración, intervención, movimiento o encuentro que sostuvimos con alguien, una herida de nuestros corazones fue limpiada, desinfectada, curada, cerrada, honrada, bendecida o asentida.
El astrofísico y lider espiritual Jeff Foster dice: “No busques amor. No te abandones a ti mismo buscando amor en los demás. El amor no es un objeto, no puede ser ni dado ni quitado. No puede encontrase o perderse. El amor no es un sentimiento, un estado, o una experiencia extraordinaria, sino lo que eres, la presencia misma”. Tú y yo somos amor. ¿Lo crees?