No cerrar los ojos a la piedad

No cerrar los ojos a la piedad

El dramático, desgarrador llamado a la reflexión de la familia Caamaño -Vélez el pasado miércoles 11 de marzo, víspera del tercer año del vil y cobarde asesinato de su hijo Francisco, Francisco niño, Francisco sonriente, Francisco padre, Francisco feliz e inocente, de parte del sicariato cobijado en altas esferas del poder político gubernamental, me trajo a la memoria una frase que el laureado escritor Jorge Amado pone en labios de Jubiaba, padre de santo- respetable hechicero del Morro Capo do Negro, que nos dice: “Nadie debe cerrar los ojos de la piedad… es malo cerrar los ojos de la piedad…. No trae nada bueno.”

Aquel llamado a la solidaridad, desprovisto de odio y de venganza, motivado por el dolor familiar infinita también solidario con el de una sociedad estremecida que observa con pavor y espanto, cómo la violencia y la impunidad generalizada, el odio visceral y la intolerancia se expanden y siembran zozobra y desolación en cientos y millares de familias, dejadas en orfandad justifica su miedo, su pasividad, su aceptación que les hace permisivo e impotente; incapaz de asumir una reacción firme, valiente, decidida para romper el yugo que le aprisiona. Para protestar masivamente, sintiendo el dolor ajeno como propio que obligue los responsables de preservar, contener y reprimir las acciones criminales, vandálicas, antes de que sea demasiado tarde y el pueblo, colmada su paciencia y tolerancia, ejerza el derecho y la justicia como Fuenteovejuna.

Esa expresión de solidaridad humana se puso una vez más de manifiesto al celebrarse el pasado sábado 14 de marzo en la renovada Universidad Regional de San Juan de la Maguana un acto de recordación, al cumplirse, el 17 de marzo, 40 años del horrendo asesinato del Mártir del Periodismo dominicano, Orlando Martínez Howley, (“Nada humano me es ajeno”) organizado por la dirección del Museo que lleva su nombre y auspiciado por el Ayuntamiento de esa ciudad.

Los muertos como Orlando, como de todos aquellos víctimas de acciones criminales que han llevado luto a los corazones de todo un pueblo, no morirán para siempre, como la canalla. Su recuerdo vivirá abonando la semilla de la libertad, del honor, de la verdad y la decencia. Ante tantos crímenes impiadosos, no podemos cerrar los ojos. Cultivar sentimientos de odio y rencor, impulsados por creencias, fanatismos o temores que se conjugan con intereses mezquinos. Incapaces de entender que somos parte de un todo y solo unidos podremos construir una nación libre y soberana, una sociedad más justa, un ciudadano y un gobierno virtuosos.

Cerrar los ojos ante la tragedia o la desgracia ajena, es malo. Es un acto impiadoso. Pero cuando el Estado, sus instituciones de gobierno, el poder real y el poder fáctico se tornan y permanecen insensibles, cerrando los ojos, haciéndose cómplices e instrumentos de la injusticia y los abusos, es algo que ningún país aguanta. Es lo peor que pueda pasarle a toda nación. Es la mayor desgracia.

 

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