No comer pelos de puerco

No comer pelos de puerco

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Ladislao recibió el sobre en el mostrador de la recepción del hotel; notó enseguida el membrete impreso de la Unidad Científica de Investigación Social; se sentó en una butaca del lobby y lo abrió. El gran tamaño del sobre no guardaba proporción con las escasas páginas que contenía. «Doctor Ladislao Ubrique: contestaré sus preguntas lo mejor que pueda, según mi leal saber y entender. Lo primero es lo del son. Afirma Herminio García que el son de Guantánamo «son tres compases nada más, un estribillo»: «Guantanamera, guajira guantanamera».

El son montuno se compuso para el tres. El son es una música inextricablemente unida a ese instrumento. He leído en un catálogo compuesto por un catalán que: «En su diccionario de cubanismos, publicado en 1921, Constantino Suárez definió este género musical cubano como propio de negros y de gentualla blanca». En el curso de mucho tiempo fue penetrando, desde el pueblo llano, en todas las clases sociales de esta colonia española. Sobre dichos asuntos encontrará usted abundante «bibliografía comentada» en los archivos de la Unidad».

«El tema de los santeros es más complicado y extenso que la cuestión de los géneros musicales descritos por el novelista Carpentier. Como usted sabe, tenemos aquí ejemplares de los libros del etnólogo Fernando Ortiz; y también las confusas notas de Juan Luis Martín sobre la religión afrocubana: Ecué, Changó y Yemayá. Esta publicación se refiere a los rituales yorubas, a la medicina y la magia, a las sociedades secretas, a los tambores sacramentales. Fueron editadas en 1930. El problema actual con los sacerdotes del culto ñáñigo es una cuestión política. Usted ha oído de la identificación de Cristo con Ecué; el «seseribó» es el equivalente africano del Santísimo Sacramento. Es un remedo de la eucaristía; una ceremonia en la cual sólo pueden participar los iniciados».

«Los babalaos negros, que siempre fueron pobres y menospreciados por sus orígenes esclavos, sirven ahora para controlar a los blancos que tuvieron alguna riqueza en el pasado. Unos cuantos babalaos son ricos hoy e influyentes; funcionan como aparato general de información restringida y contraparte «revolucionaria» del clero católico. Los resentimientos producidos por una prolongada discriminación racial se usan, en la Cuba de nuestros días, para que un grupo social controle a otro o lo mantenga bajo vigilancia. Conozco a una escritora de Santiago de Cuba que podría suministrarle a usted más información de la que yo dispongo. Se llama Volvoreta Jiménez. Ella fue íntima amiga de la poetisa Libertad Dearriba, fallecida en 1969. Esta jovencita talentosa dejó al morir una colección de poemas titulada «Contra los cadalsos». La señora Jiménez vive en Santiago de Cuba y sabe de los babalaos tanto como de los poemas de Libertad Dearriba. Leer estos versos obscuros tal vez añada perplejidades mayores a sus muy dificultosas preguntas».

«Saldré de La Habana el próximo sábado para acudir, en Madrid, a una reunión organizada por tres universidades españolas y auspiciada por UNESCO. Estoy a su disposición en cualquier asunto en que pueda servirle. Si desea enviar libros, documentos o artículos, no deje de avisarme. Atentamente, C.A.M.» Ladislao metió la carta en el sobre; después dobló el sobre y lo aseguró entre las tapas de su libreta de notas con una banda elástica; entonces se levantó y salió a la calle.

– ¿Llamó Lidia al llegar a La Habana? El notario Menocal hizo la pregunta tan pronto el húngaro entró a la oficina. Antes de dar los buenos días lanzó la interrogación; no podía aguantarla en la boca. – Ella llamó anoche; y volverá a llamar otra vez. Parece que el problema obedece a una intriga de un chofer que viaja frecuentemente a la provincia de Oriente. No es un conflicto político ni una dificultad en el trabajo. ¡Gracias a Dios! – ya lo ve; le dije a usted que me parecía un incidente de poca monta. Fue acertado mi pronóstico; a usted nunca le interrogaron; y contra ella no se expidió orden de conducencia. Estaba claro. De todas maneras, ya hice copias de los cuadernos del legajo. Si se viera obligado a ir a La Habana con urgencia, su trabajo no sufriría ninguna demora.

– Otra cosa, doctor Ubrique. He indagado entre personas mayores de edad buscando conocer pormenores de la vida de Ascanio Ortiz; y lo mismo ha hecho Valdivieso. Parece que el hombre no comía pelos de puerco. Ordenaba propinar palizas tremendas a los opositores del gobierno del general Machado. Algunos quedaron inválidos para toda la vida. No distinguía entre ancianos, niños o mujeres. Era implacable con los enemigos del gobierno. Me contaron que en una ocasión mandó a ahorcar a diez y seis personas en un solo día. Los estrangularon en el cuartel de la policía y luego colgaron los cadáveres en los árboles que bordean el camino carretero de la entrada de Santiago. La población de los alrededores quedó horrorizada. No permitía ningún argumento de parte de un preso; antes de hablar una palabra el detenido recibía una bofetada o un culatazo. Ya le digo, no comía pelos de puerco. Los cadáveres vinieron a descolgarlos cuando ya apestaban. Dice el viejo Calixto que unos periodistas extranjeros sacaron fotografías de los muertos, en fila, suspendidos de los árboles. Santiago de Cuba, 1993.

henriquezcaolo@hotmail.com

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