No contar solo con los partidos

No contar solo con los partidos

La crisis que afecta a los partidos ha llevado a muchos a decretar su final

Desde su surgimiento, la discusión sobre la naturaleza, significado y función de los partidos lejos de terminar, sigue ocupando una viva atención en los ámbitos políticos, intelectuales y académicos.

La incuestionable crisis por la que atraviesan estas instituciones ha llevado muchos a decretar, con ligereza, el final de su existencia, pero varios partidos aun siendo centenarios, resten con vigor.

Sin embargo, actualmente es la acción o iniciativa de diversos sectores sociales y políticos la que más frecuentemente está provocando cambios en las sociedades, corrigiendo el rumbo de algunos gobiernos o estableciendo una nueva práctica del poder judicial. Tenerlo claro es importante para los movimientos sociales y los partidos.

En el caso de este país, cuando se piensa en la forma de ampliar las bases de sustentación del presente Gobierno, quienes de alguna manera lo apoyan tienen como preocupación principal la percepción, real o supuesta, de que el PRM da muestra de no asumir un rol de primer orden para hacer más eficiente y eficaz esta administración.

Guillermo Caram, en un reciente y agudo artículo va más lejos, y haciendo un mapa del estado de situación del sistema de partidos llega a la conclusión de que no se identifica ninguna colectividad política que esté en grado de constituirse en lo que él llama “oposición para hacer un buen Gobierno”. Razones no le faltan. Pero podría hacerse otra lectura sobre cómo hacer el “buen Gobierno” que quisiera Caram.

Uno se preguntaría, ¿qué es lo más importante, una oposición “buena” de partidos?, o enfrentar a un Congreso desvinculado y opuesto al pueblo que votó por el cambio, que no planta cara a la voracidad de un sector del empresariado que lastra este país; una mayoría de legisladores enroscados en sus privilegios y en su pusilanimidad frente a facciones eclesiales, un Congreso que lejos de apoyar al Poder Judicial actúa contra y a espalda de este.

Y agrego: para ser mejor, un Gobierno central debe también auspiciar un ejercicio de poder municipal capaz de promover el “habitar, habitar bien”, potenciando el desarrollo del territorio con iniciativas innovadoras para promover la participación comunitaria en las políticas sociales, económicas y de reformas que se plantean como proyecto integral de cambio.

Hoy día, es la acción colectiva en todos los escenarios el mejor activo que tiene una sociedad para obligar a que se le gobierne bien y de que se recojan sus ya ancestrales demandas.

Es la forma en que, en países como España, Chile y de alguna manera Colombia y Perú, entre otros, se ha logrado mantener algunas conquistas alcanzadas en décadas pasadas, y establecido procesos de reformas del Estado de gran calado o que retiren proyectos de reformas fiscales claramente lesivas a los intereses de la población simple, de los pobres. Cierto es que en esas luchas han participado algunos partidos, pero lo determinante ha sido la participación de la colectividad para tejer alianzas concertadas o fácticas con esas organizaciones políticas.

Aquí, en la acción colectiva y popular descansa la mayor posibilidad (casi única) de enfrentar los efectos corrosivos de la cultura política del antiguo régimen que, con sus acciones, determinados poderes fácticos e impenitentes sectores del PRM se empecinan en mantener.

Si en la lucha contra esos grupos convergen algunos partidos, mejor. Pero, recordar que ese “buen gobierno” sólo es posible con la acción de una pluralidad de actores. Aquí, hasta ahora, no será de otra manera.

La acción colectiva es el mejor activo de una sociedad para obligar a que se le gobierne bien

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