No creo y creo en los partidos políticos

No creo y creo en los partidos políticos

Samuel Luna

Alguien expresó que los partidos políticos tradicionales no forman parte del frente de transformación por la sencilla razón de que están en la barricada juntos con los enemigos del Estado. No desean terminar con la opresión sino hacerles creer al pueblo que están cambiando la mentalidad de los oprimidos, y realmente lo que sí hacen es alimentar el comportamiento asistencialista, pero no un asistencialismo basado en las soluciones de las crisis, se enfocan en las dádivas para seguir creando dependencias emocionales, financieras y conductuales.

En el mes de febrero de 2024 los dominicanos celebraremos 180 años de independencia; en todo ese tiempo hemos visto y escuchado acciones que van en desmedro de la construcción de un real desarrollo y una seguridad ciudadana con libertad. Los partidos políticos han dejado rastros tortuosos e intransitables. En un lado aplaudimos que hemos dejado atrás las dictaduras, pero al mismo tiempo hemos promovido la dictadura híbrida, porque mezclamos los elementos democráticos, permitimos que las personas ejerzan el sufragio, pero siempre mantenemos figuras autoritarias que controlan y canalizan el destino incierto de todo el país.

El ambiente político cada día se torna más complejo y menos creíble. Pensamos y procesamos en nuestro interior en algunas posibilidades para generar un salto metamórfico que cambie para bien la realidad de las familias dominicanas. Algunos han llegado a pensar que necesitamos una revolución similar a la de Francia. Esa revolución generó cambios sustanciales y trascendentes en todas las esferas sociales. Sin embargo, la historia de Francia no se puede extrapolar a la realidad dominicana, los escenarios y las variables sociales son muy distantes. El contexto histórico y el momento de aquella Francia es muy distinto al nuestro. Además, el tiempo de las revoluciones con armas y sangre en Iberoamérica ha caducado. Lo que sí podríamos hacer es redescubrir otra forma de hacer revolución que no sea usando las armas y derramando la sangre de nuestros hermanos.

Otro pensamiento que nos llega es sembrar valores y educar. Bueno, suena muy dulce, pero ninguna sociedad ha sido transformada en base a dinámicas y a enseñanzas sobre valores. Claro, todo esto es importante, siempre y cuando exista un líder que modele y encarne la rabia y la impotencia de las familias dominicanas. Yo mismo he invertido mucho tiempo educando y creando conciencia para generar transformaciones en algunos sectores. Pero se necesita algo adicional, de corte legal e institucional.

Casi no creo en nuestros partidos políticos porque venden sus ideales, compran el voto, no les importa las cosas esenciales. Después de casi 180 años como país, seguimos pensando que la corrupción es parte de nosotros y que no hay forma de eliminarla. No han podido generar seguridad en nuestras calles. No han podido transformar y generar empleos en los campos de un territorio que solo posee de norte a sur 265 kilómetros y de este a oeste 390 kilómetros.

Casi no creo en nuestros partidos políticos porque solo saben adular de forma hiperbólica y con un fanatismo enfermizo a sus líderes infructuosos. Casi no creo en ellos porque han generado el decrecimiento de la clase productiva. No nos sentimos seguros cuando transitamos por las noches y aun de día en nuestras propias calles y sectores. Debemos ser honestos con nosotros mismos, el país no será transformado cambiando de partidos y de colores; la única forma que podríamos disfrutar y saborear un poco de las riquezas que poseemos de nuestro país es, buscando un líder que diga lo que hará, que haga lo que expresó y que esté dispuesto a pagar el precio en caso de que sea enfrentado por generar estabilidad, sanas políticas estatales que favorezcan a todos los sectores y que aplique con toda la fuerza el imperio de la ley.

No creo en ellos, pero…en mi análisis siento una bifurcación que me guía hacia otra realidad, y no es una contradicción. Es que en cada organización política existen personas honestas, con carácter y dispuestos a pagar el precio a cambio de ver una administración en el Estado dominicano que produzca un poco más de bienestar en las familias dominicanas y en todos aquellos que viven en territorio dominicano. Además, creo firmemente que tendremos una ola social, ética y espiritual en forma de tsunami, que arrastrará todo aquello que nos impide vivir con dignidad. También creo que existe un Dios interesado en que gobiernen personas justas, pero somos nosotros los que debemos promover y poner en acción ese sentir del Creador.

La política es compleja porque responde a las necesidades de cada ser humano, es compleja porque es ahí donde los sueños, las ideas y las demandas de todos los sectores se interconectan creando así una sinergia que genera cristalización en el Estado dominicano. En ese accionar podemos señalar personas calificadas dentro de estructuras quebradas. Ahora bien, debemos preguntarnos: ¿Podemos creer que las cosas pueden mejorar? ¿Quién ha dicho que no?