No disparen, no estamos listos

No disparen, no estamos listos

POR DAVID E. SANGER
WASHINGTON.-
Bueno, ¿qué tal si Corea del Norte dispara su misil más reciente y demuestra que incluso un país con hambre y en bancarrota podría pronto dirigir una ojiva a Seattle?

El gobierno de George W. Bush pareció estar insistiendo la semana pasada en que eso marcaría una pequeña diferencia, después de que funcionarios reconocieron que un Taepodong 2 de largo alcance había sido sacado y al parecer abastecido de combustible para un vuelo de prueba; pero luego fue dejado ahí, un enigma, durante días.

En privado, funcionarios del gobierno restaron importancia a la amenaza que el misil pudiera representar aun cuando volara bien, afirmando que la lógica de la disuasión que funcionó durante la Guerra Fría sería la correcta. Los norcoreanos saben, dijeron, que un ataque misilístico contra Estados Unidos resultaría en la vaporización de Pyongyang. Incluso el vicepresidente Dick Cheney, quien hace tres años estaba advirtiendo al mundo sobre la horrible amenaza que representaba Irak — que no tenía armas nucleares ni misiles de largo alcance que lanzar — se encogió de hombros y llamó “bastante rudimentaria” a la teconología misilística de Corea del Norte.

Cheney brevemente mencionó los alardes de Corea del Norte de que ha desarrollado un pequeño arsenal nuclear. Pero se saltó la conclusión de una Estimación de Espionaje Nacional recientemente completada de que el alarde probablemente es cierto, y que bajo la vista de Bush, Corea del Norte probablemente había producido suficiente plutonio para seis o más armas.

Y ese es el verdadero problema: Las pruebas de misiles producen grandes titulares, pero el temor más profundo es que mientras Estados Unidos está concentrado en Oriente Medio, Corea del Norte pudiera convertirse en un Wal-Mart de servicio completo para Irán o, peor aún, grupos terroristas como Al Qaeda. Corea del Norte ya vende misiles; la preocupación es que en unos años pudiera tener ojivas extra para vender, también, o al menos el combustible para una.

Así que otro argumento se escuchó la semana pasada: que Bush, tras atacar a Irak en base a mala información de espionaje sobre armas que nunca existieron, pudiera equivocarse ahora en la otra dirección; deliberadamente pasando por alto las ojivas en Pyongyang, con la esperanza de que el problema se solucione solo.

En uno de los grandes cambios de papel de la política reciente de Washington, dos de los principales funcionarios de defensa del ex Presidente Bill Clinton argumentaron que la única respuesta prudente a las amenazas de Corea del Norte de probar su misil sería advertir a Kim Jong Il que lo desmantele, y hacer volar en pedazos la plataforma de lanzamiento si se niega. En resumen, lanzar un ataque preventivo, tomando la página más famosa de la propia Estrategia de Seguridad Nacional de Bush.

“¿Estados Unidos debería permitir a un país abiertamente hostil a él y armado con armas nucleares perfeccionar un misil balístico intercontinental capaz de hacer detonar armas nuclears en territorio estadounidense?”, preguntaron el ex secretario de Defensa William J. Perry y uno de sus principales asistentes en asuntos nucleares, Ashton B. Carter, en un artículo de opinión publicado por The Washington Post. “Pensamos que no”.

Conforme el consejo se difunde en Washington, el asesor de seguridad nacional de Bush, Stephen Hadley, le restó importancia. “Lo que esperamos que hagan es que cedan y no lo lancen”, dijo. Declinó decir qué haría Estados Unidos si Kim no tomara este consejo.

Lo que se está dando aquí es el último giro en el debate interminable de la era de Bush: ¿Cuándo la prevención militar está justificada y — una pregunta muy diferente — cuándo tiene sentido?

“Es la situación más extraña”, dijo Robert Gallucci, negociador estadounidense en jefe ante Corea del Norte durante el gobierno de Clinton, y ahora decano de la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown. No está de acuerdo con Perry y Carter sobre la prudencia de la prevención ahora. Pero también arguye que Bush “tiene algo de responsabilidad” por el estancamiento actual. “Estados Unidos esencialmente adoptó una política de no hacer nada sobre Corea del Norte durante seis años. Y ahora, apartamos la vista de Irak y he aquí una situación en que la prevención se topa con todo tipo de problemas, y no hacer nada” parece desagradable también.

De hecho, no obstante lo seguros que estuvieran de que la prevención fue lo correcto para Irak, funcionarios del gobierno han parecido inseguros de qué hacer sobre Corea del Norte, alternativamente etiquetándolo como parte del “Eje del Mal” y restándole importancia como una nación aislada y sin amigos que un día colapsará.

Hadley, veterano de las batallas de control de armas de la Guerra Fría, ha declinado hablar sobre trazar “línear rojas” a los nordcoreanos, como hicieron entre sí la Unión Soviética y Estados Unidos. Hadley ha argumentado en el pasado que las líneas rojas no funcionan con Corea del Norte, porque las cruza.

El resultado de no trazarlas, sin embargo, es que Corea del Norte simplemente se ha aventurado en sitios donde podría haber habido líneas rojas: Expulsó a los inspectores nucleares internacionales del país hace tres años, se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear, y se jactó de convertir su suministro de combustible nuclear gastado en plutonio para bombas. Perry argumenta que Clinton estaba listo para destruir las instalaciones nucleares de Corea del Norte en 1994. Otros en el gobierno de Clinton no están tan seguros, pero difícilmente importa; la postura pareció funcionar, al menos hasta que Corea del Norte fue descubierto violando el convenio que resultó, el cual había sido diseñado para congelar su programa de armas nucleares.

Ahora, arguyen Perry y Carter, el descuido benigno se ha vuelto demasiado peligroso.

En esencia, quieren tomar una página del manual de John F. Kennedy durante la crisis de los misiles cubanos: Advertir a los nordcoreanos que tienen una cantidad de tiempo determinada para “guardar de vuelta el misil en el granero”, en palabras de Perry, o ver cómo lo destruye un misil crucero. Sí, reconocen, el resultado pudiera ser una guerra en la península coreana, pero dudan de que llegue a eso.

“Yo pensaba en el 94 que cualquier acción conduciría a Corea del Norte a responder el ataque”, dijo Perry en entrevista. “Eso me preocupa menos ahora. Tienen menos capacidad y esta es una acción menos grave”. Hay muchos escenarios que no llegan a la guerra: ataques terroristas contra Corea del Sur o Japón, y dejar caer una bomba en un barco de carga.

Sin duda, cualquier riesgo de guerra sería una enorme apuesta, en la que Bush parece poco inclinado a entrar cuando se necesitan tantas tropas estadounidenses en Irak. Cheney advirtió el jueves que “si se van a lanzaar ataques contra otra nación, es mejor estar preparado para no sólo hacer un disparo”.

Las advertencias como la de Cheney se oyen todo el tiempo, por supuesto. La noticia fue que ésta fue dirigida a dos demócratas por un gobierno que había prometido después del 11 de septiembre mantener a las peores armas del mundo fuera de las manos de los peores dictadores del mundo; y, al hcerlo, había vinculado su fortuna a su capacidad para prevenir en el momento correcto, y en el lugar correcto.

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