Sí, se ilusiona uno cuando ve que el Gobierno dominicano, por fin, le pone atención al triste espectáculo de miseria que se observaba en la orilla oeste del río Ozama, al cual ni siquiera Trujillo, con todo su poder terrible y recursos formidables, atendió. Recuerdo haber escuchado, más de una vez, con ligeras variantes, que en cierta ocasión en que el “Jefe” envió a un alto funcionario suyo a que recibiera a un importante personaje en el aeropuerto, al empezar a cruzar el puente sobre el Ozama, el visitante miró con extrañeza las casuchas destartaladas y la evidente pobreza que reinaba allá abajo. El enviado de Trujillo, dando muestras de una notable capacidad improvisatoria, dijo: “Las cosas del Jefe… no ha habido argumentos ni ofertas para sacar a esos hippies de ahí abajo, pero él no quiere sacarlos a la fuerza… esto es democracia… ¿no cree usted?
El caso es que el problema viene de lejos, y las soluciones, que vemos tan hermosas en los periódicos o la televisión, resulta que están muy incompletas.
Una cosa es empezar algo y otra, muy distinta, terminar.
Volvemos a sentir la frustración del reinado de un desorden que pareciera un mal infatigablemente activo en nuestro país.
Se inician obras públicas de gran importancia y trascendencia, sobre todo viviendas para clase baja y media, vías, puentes y estructuras para beneficio de la gran población. Nos regocijamos grandemente al enterarnos del alto nivel de cooperación que el sector privado ha desplegado en defensa y adecentamiento de la vida (por ejemplo, el caso del grupo Fernández Cuadra con toda una ciudad satélite).
Pero… ¿qué sucede?… lo de aquella tonada del Cieguito de Nagua que cantaba adolorido: “Yo tenía una luz que a mí me alumbraba y venía una brisa… fuá… y me la apagaba”.
Se trata de los damnificados de la crecida del lago Enriquillo, reubicados en 2014 en Boca de Cachón sin contar con lo necesario para vivir con cierta dignidad, sin condiciones. No hay empleos y la pobreza muerde y destroza.
Este lunes 5 de septiembre, la primera página de este diario trae un titular que duele “¡TIENEN CASAS, PERO SIN COMIDA!” Y es que las raciones alimenticias que otorga el Gobierno son erráticas e insuficientes. Es vivir la angustia de la incertidumbre. Junto a la información aparecen fotos del abandono en que se encuentran los equipos del sistema de pivote, muy bien pintados y dejados sin uso a la intemperie. Tal vez, dentro del reinado del disparate, podrían haberlos dejado en sus cajas para que se dañaran pudorosamente, como sucedió con los costosos equipos electrónicos del aeropuerto María Montez, que permanecieron encajados hasta dañarse totalmente en tiempos de Balaguer o, recientemente, correr la misma suerte de sofisticados, valiosísimos y necesarios equipos de diagnóstico hospitalario que se dañaron sin haber sido utilizados.
Nuestras ilusiones respecto a las remodelaciones y transformaciones se debilitan progresivamente. Esa occidental orilla trágica del río Ozama cae en dolorosas apatías… como el imperdonable descuido al Monumento a Montesinos, como el malecón de la capital, como el boulevard de la 27 de Febrero, como el parque Enriquillo o el Mirador del Sur… en fin, los espacios públicos…
Y esa dejadez no se observa solo en las construcciones y el manejo que se les da a ellas y sus usuarios, sino también en los diferentes aspectos que rigen la conducta pública: en otro tiempo hubo equipos manuales de radar para controlar la velocidad del tránsito vehicular, pero se esfumaron en la apatía; luego los Amet, que originalmente, en tiempos de Hamlet Hermann, eran eficientes, se perdieron… las leyes se dictan y luego no se hacen cumplir, como la prohibición del ruido de motocicletas sin silenciador ni respeto por lo que establecido. En fin… que sabemos comenzar.
No continuar.
Mantenimiento… ¿Qué es eso?