El Dr. Jesús Feris Iglesias ha demostrado con cifras, como corresponde al investigador que es, las innegables deficiencias de nuestro sistema de salud; comenzando con la atención primaria y terminando con el abandono de los laboratorios. Demuestra las consecuencias de tanta improvisación y descuido. También propone soluciones.
La evidencia, los razonamientos expuestos, sus años de servicios en el Hospital Robert Reid como clínico, docente e investigador, convierten en imprescindibles sus ideas y conclusiones. Pero si fuese él, o cualquier otra persona de sus mismos méritos, que en el futuro intentase una auténtica reforma del sistema de salud, le sería imposible llevarla a cabo.
Es que sucede, que sin una superestructura independiente dedicada a supervisar la administración del Ministerio de Salud, la ineficiencia y el escape de dinero seguirán indetenibles. Cuando llegue la inteligencia, el saber qué hacer y las buenas intenciones serán puestas de rodillas por la estructura existente.
He recomendado a dos gobiernos, de dos partidos diferentes, contratar a expertos en administración hospitalaria y redes sanitarias para trabajar directamente con el Presidente de la República, asistido por una comisión de ciudadanos independientes. Se encargarían de la vigilancia y racionalización de la contabilidad de los gastos de salud y, por supuesto, de la administración de los hospitales públicos. ¡Qué iluso! Ni diez minutos dedicaron a la idea.
A ningún funcionario ni a ningún gobierno les interesa que le supervisen sus tejemanejes. A ninguno les interesa que le digan que es mejor habilitar un laboratorio, arreglar los hospitales existentes o mantener equipado los quirófanos de primera ayuda, por ejemplo, que construir hospitales y comprar la última tecnología. Por supuesto que no. Las comisiones se generan en los grandes proyectos.
Si dieran el adecuado mantenimiento a lo que ya existe y dejaran de tomar préstamos para construir hospitales que luego dejan a su suerte (con la excepción de los que están supervisados por patronatos), las ganancias se reducirían drásticamente.
En otras palabras: perderían el cuarenta por ciento del dinero que enriquece a los que firman los contratos y a las reservas de campaña. Ahí es que la puerca tuerce el rabo.
Quien trate de interponerse a esa cadena de dispendios y de aberrantes proyectos, fracasa.
Solamente un presidente, si le diera la gana, puede modificar la tradicional red de corrupción existente. Le bastaría imponer y seguir las recomendaciones de supervisores independientes, y estar dispuesto- haciendo gala de una voluntad misionera- a resistir las protestas y sabotajes de quienes lo rodean ansiosos de enriquecerse con las necesidades de salud de la ciudadanía.
Digo esto, porque si el Dr. Feris Iglesias llegase a ocupar la Secretaría de Salud- ojalá que así fuese- y no consigue la colaboración sincera, sin dobleces ni demagogia, de su presidente, lo harán saltar por los aires.
En su caso particular, lo harán con extrema ferocidad, ya que no podrán corromperle.
Si el Palacio no está dispuesto a dejar de picotear con la salud, nunca habrá reformas; sólo nuevos ricos.