En las últimas semanas se ha dado un debate sobre las mediciones de pobreza y desigualdad en el país. Desde el Gobierno se presentan los logros que arrojan las cifras oficiales y se habla de que quienes abordan el tema, sobredimensionan el problema de la desigualdad y además lo vinculan al modelo económico dominicano sin ser suficientemente rigurosos.
Santos es un chicharronero que trabaja 14 horas al día. Muchos días, al final de su jornada, no ha conseguido ni el dinero que invirtió. Él no entiende de cifras oficiales, no entiende que es “sobredimensionar”, pero algo tiene claro “pienso que esa gente (los gobiernos) tienen que pensar mejor y saber lo que van a hacer para que todos estemos iguales. Eso no se ve bien, una gente comiendo y otra no”.
Pero si es de números que hablamos, tampoco hace falta sobredimensionar la desigualdad. Los avances que muestran las cifras oficiales son decepcionantes. Según el propio Sistema de Indicadores Sociales de la República Dominicana (Sisdom) del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd), como se ve en el gráfico, el 20% más rico de la población concentra más ingreso (53 pesos de cada 100) que el 80% restante.
Esta distribución casi no ha cambiado desde el 2000, el 20% más pobre pasó de tener el 3.7% del ingreso nacional a un 4.5% y el 20% más rico pasó de controlar el 58.4% al 53.3%. Es decir, hubo una leve mejora, como plantean las voces oficiales, pero muy leve y más aún cuando durante estos años el país ha liderado las tasas de crecimiento en la región.
Los datos son aún más desoladores cuando se es consciente de que estos números no son capaces de capturar el ingreso de los más ricos del país y por lo tanto subestiman el nivel de desigualdad. Cuando se hace una encuesta de hogares, nadie va con su formulario a entrevistar a un Vicini, Corripio, Ramos, Bonetti o a cualquiera de los súper ricos del país. Es decir, los súper ricos son tan pocos en número que no son representativos por lo que no se les visita en la encuesta; pero su riqueza junta puede llegar a ser mayor que la de la mitad de la población, como ocurre a nivel mundial.
Oxfam, desarrolló la Calculadora de la Desigualdad para estimar y visibilizar el nivel extremo de concentración que se daba en los multimillonarios de cada país latinoamericano. Para poder capturar el ingreso de los más ricos se utilizaron los datos financieros del Informe Global de Ultra Riqueza 2014 realizado por UBS y Wealth X. Este informe considera como multimillonarios a las personas con activos netos iguales o mayores a 30 millones de dólares, con esta información se estimó el ingreso promedio de los multimillonarios de cada país.
Según este informe, en 2014 existían 265 multimillonarios en República Dominicana. Los ingresos generados por su riqueza eran extremamente altos en comparación con el resto de la población. Una persona dominicana del 20% más pobre del país tendría que trabajar 214 años para poder ganar lo que gana en un mes uno de los 265 multimillonarios dominicanos. Para hacernos una idea, la riqueza acumulada de estas 265 personas equivale a: 13 veces la inversión pública anual en educación, 17 veces la inversión pública en salud o al 49% del PIB.
Lamentablemente, ante estas cifras no es necesario sobredimensionar la extrema desigualdad que existe en el país, esa que vive cada día Santos.
Mientras en desigualdad República Dominicana tienen un problema similar al resto de los países de América Latina y el Caribe, en crecimiento económico podemos afirmar que destacamos positivamente con respecto a toda la región. La pregunta es si la acción del Estado ha facilitado que ese crecimiento económico se haya convertido en bienestar colectivo. Para esto es esencial impulsar políticas que ayuden a distribuir y redistribuir la riqueza, el ingreso y las capacidades.
El Índice de Desarrollo Humano desarrollado por el PNUD a nivel mundial recoge datos sobre el ingreso, la salud y la educación y nos permite evaluar el comportamiento de República Dominicana con respecto al resto del mundo. Desde 1990 a 2017 el país no ha hecho más que ganar posiciones con respecto a otros países en el aumento de su ingreso per capita, 19 posiciones para ser exacta. Por el contrario, si vemos los resultados en salud y educación, el país no solo no ha mejorado, sino que ha perdido 7 posiciones, es decir sus avances son menores que en el resto del mundo por lo que retrocede posiciones.
Comparado con 139 países en el mundo República Dominicana es el décimo país que más oportunidades ha perdido para aprovechar su crecimiento económico y convertirlo en mejoras en educación y salud. La brecha de desaprovechamiento ha ido agrandándose en el tiempo. El modelo de crecimiento definitivamente muestra fallas para redistribuir y crear capacidades para todas y todos.
Los datos sobre pobreza monetaria que publica Mepyd muestran una reducción continua desde la crisis 2003-2004. Pese a las estupendas cifras de crecimiento económico, solo en 2015, doce años después de la crisis, se consiguió igualar el nivel de pobreza que se tenía en 2000.
El Mepyd ha venido estudiando los efectos que han tenido en la pobreza tanto el crecimiento económico y la distribución desde el año 2012. Los resultados son contundentes, el 74% de la disminución de la pobreza monetaria en el país ha sido producto del crecimiento económico y solo el 26% se puede explicar por la distribución . Es decir, la pobreza se ha reducido principalmente por las escasas gotas que derrama el crecimiento económico en los grupos más pobres de la población y muy poco por las políticas redistributivas oficiales.
Esto evidencia el vínculo del modelo económico con los niveles de desigualdad y pobreza y la insuficiencia de las políticas impulsadas por los gobiernos para redistribuir mejor y así reducir de forma más efectiva la pobreza.
Las fórmulas para enfrentar la desigualdad económica no son ningún misterio. La política de empleo y la política fiscal tanto a través de los impuestos por la inversión pública en salud, educación, protección social o vivienda son centrales para asegurar un reparto más justo del bizcocho. Pero:
Pese a los puestos de trabajo anunciados en el gobierno de Danilo Medina, el modelo económico dominicano tiene dificultades para generar empleo. El 62% del empleo adicional creado de 2000 a 2016 se creó en ramas que tienen una informalidad promedio de 79%. Los salarios son muy bajos pese a que desde 2013 se ha ido incrementando el salario mínimo real, lo cual es positivo, es muy insuficiente aún, ya que, en 2017 el 16% de las personas ocupadas en el país estaba en situación de pobreza y el 5.7% de pobreza extrema. Es decir, tener un empleo no necesariamente te saca de pobre y menos si eres mujer.
Los esfuerzos mostrados por la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) en la lucha contra la evasión fiscal son justos y necesarios, pero no suficientes. Gracias a los agujeros que deja el sistema, el 10% más rico de la población solo paga una tasa efectiva sobre su renta de un 2.5% cuando cualquier maestra o doctora se le retiene, antes de cobrar, un 15%, un 20% o un 25% (dependiendo de su ingreso). Con el dinero que se exonera a las empresas del pago solo del Impuesto sobre la Renta cada año en República Dominicana se podrían construir 120,000 viviendas sociales.
Los aumentos en la inversión en educación de los últimos años o el programa de estancias infantiles o la tanda extendida en las escuelas son iniciativas que se deben valorar y mejorar, pero la baja y mala inversión tienen consecuencias nefastas en la calidad de vida de las personas.
• Según los datos publicados en el Mapa Interactivo de Desarrollo Humano las tasas de mortalidad infantil y materna a nivel nacional no solo no se han reducido, sino que han aumentado en promedio nacional. La mortalidad infantil, niños que no sobreviven al primer año de vida por 1,000 nacidos pasa de 15.3 en 2010 a ser 15.7 e 2016 .
• Según Sisdom, en el país que más crece de América Latina solo el 81% de los hogares tiene acceso a agua potable o dentro de su vivienda o en su patio. En 2010 este indicador era de 78.3% de los hogares, es decir casi está estancado.
Estas deficiencias tienen que ver con los sistemas de gestión, la calidad de los y las profesionales a cargo, pero también el malgasto de los recursos públicos que no se invierten en la garantía de derechos sino con objetivos políticos y en otros casos buscando el beneficio individual.
En definitiva, pese a ciertas mejoras en los últimos años, el bienestar de la población en República Dominicana no se corresponde a su crecimiento económico, la extrema desigualdad que se vive en el país no hace necesario sobredimensionarla. Esta desigualdad es el resultado de un modelo económico que no distribuye y unas políticas públicas ineficaces que en el mejor de los casos. En otros casos, su diseño e implementación están hechos para garantizar privilegios a algunos mientras la mayoría de la población queda excluida.
Es urgente poner al Estado en su conjunto a trabajar por el bien común y no al servicio de élites económicas y políticas. Eso Santos, el chicharrenero, lo tiene bien claro.
El caso de Santos
Santos es un chicharronero que trabaja 14 horas al día. Muchos días, al final de su jornada, no consigue ni el dinero que invirtió. Él no entiende de cifras oficiales, pero algo tiene claro: “pienso que esa gente (los gobiernos) tienen que pensar mejor y saber lo que van a hacer para que todos estemos iguales. Eso no se ve bien, una gente comiendo y otra no”.
20% concentra todo
Los avances que muestran las cifras oficiales son decepcionantes. Según el propio Sistema de Indicadores Sociales de la República Dominicana (Sisdom) del Ministerio de Economía, el 20% más rico de la población concentra más ingreso (53 pesos de cada 100) que el 80% restante.
Hay mejoría pero…
Pese a ciertas mejoras en los últimos años, el bienestar de la población no se corresponde a su crecimiento económico.