No hay acto de venta

No hay acto de venta

Siempre me he preciado de ser una persona bien informada. Desde las series de muñequitos en colores del periódico La Nación, fundado en 1940, aunque aprendí a leer en 1943 tuve la colección de esas publicaciones,  debidamente encuadernadas, porque mi madre, Nieves Piñeyro de Gautreaux, excelente maestra de primeras letras, las coleccionó para cuando aprendiera a leer y escribir.

Luego, muchachito comparón, iba a la librería de tía Tata Gautreaux y su esposo Agustín Villafañe y cuando seleccionaba revistas y muñequitos infantiles, le decía a mi tía Tata que cargara el valor de las publicaciones a la cuenta de mamá.

Más adelante leía La Nación con la curiosidad de un niño deseoso de saber.  Lo que desconocía lo preguntaba a papá, Julio Gautreaux, hombre que dominaba las culturas francesas e inglesa, cultivador de la música, tocaba y enseñaba todos los instrumentos de viento, el violín y el piano.

Era bueno acudir a papá, era una enciclopedia que me enseñó el uso del diccionario y cada día me ordenaba consultarlo.

Desde siempre he sido un lector voraz de una curiosidad “insaciada”.

Aprendí a entender los silencios y las omisiones culposas, cobardes o intencionadas en textos escritos y en lecturas donde se fijaban posiciones que hube de entender al revés para saber por dónde le dolían a Trujillo las acciones de exiliados patriotas durante la tiranía.

Después, como ejecutivo periodístico me sumergí en uno de los filones de noticias que mucha gente desprecia: los avisos judiciales, divorcios, compra y venta de empresas, constituciones de compañías, lo no informado tras los cambios de dueños de las empresas, todo en pos de desentrañar informaciones que se ocultan tras las letras pequeñas en que son publicados esos asuntos.

Cuando un empresario crea una industria, un comercio, si es el dueño absoluto y único del capital que se invierte en las operaciones comerciales, industriales, agrícolas, ganaderas, madereras, etc., estamos ante la presencia de una persona cuya voluntad es ley en el negocio, no tiene que rendir cuenta de sus actuaciones a ninguna otra persona, puesto que el capital invertido es de su sola propiedad.

La dirección de una asociación humana voluntaria debe ser conducida con respeto absoluto por el derecho de los demás. Aunque he buscado y rebuscado en los archivos judiciales,  las Cámaras de Comercio y en el Archivo General de la Nación, en ninguna parte he hallado los documentos mediante los cuales Miguel Vargas Maldonado pasa a ser propietario del Partido Revolucionario Dominicano.

Somos más los que no vendimos ni vendemos nuestras acciones, por tanto, en las decisiones del PRD debe imponerse la regla de oro de la democracia, la mayoría triunfará aunque se oponga el demonio y toda su compañía, como decía mamá.    

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