¡No hay cupo!

¡No hay cupo!

En el año escolar que recién inicia encontramos que muchos centros de educación pública han rechazado a una gran parte del estudiantado que se trata de inscribir porque “no hay cupo” suficiente. Esta es la expresión que escuchan muchas madres que insisten y recurren varias veces al centro buscando entre las posibles relaciones primarias con directores(as) y maestros(as), la brecha para que su hijo o hija no pierda el año escolar.

Muchas madres de barrios marginados en Santo Domingo y de varias provincias manifiestan su angustia porque han visitado hasta cuatro y cinco centros tratando de inscribir a sus hijos/as y no ha sido posible. Los centros están densamente poblados y en muchas aulas se está impartiendo clases hasta con 70 estudiantes. No hay suficientes aulas para cubrir la demanda educativa de nuestra población estudiantil. En algunos centros han tenido que habilitar como aulas el salón de acto, la cocina, la cafetería o una enramada.

La cantidad de aulas existentes en la educación media no es suficiente. En el Informe de Desarrollo Humano 2008 aparece esta deficiencia, entre otras muchas del área educativa, destacándose que se necesitan construir 16,845 aulas para suplirla.

Esta cantidad de aulas va acompañada por un número similar o mayor de docentes que deben ser nombrados/as para el desarrollo del proceso educativo. Muchos/as profesores/as están impartiendo docencia en centros educativos en distintas comunidades rurales sin haber sido nombrados/as, otros/as están deseosos/as de obtenerlo sin éxito, pues no tienen suficientes vínculos políticos en los distritos ni en las regionales para ello.

Otro elemento que se agrega a esta problemática es la negación de la dirección de muchos centros a inscribir estudiantes con materias pendientes y/o estudiantes con sobreedad. Esto ocurre aún en los casos de estudiantes que realizaron los cursos anteriores en estos centros. Esta actitud de los centros en supuesta “búsqueda de calidad” o de no “dañar” sus estadísticas, es una total violación del derecho a la educación que tiene nuestra población joven y adolescente.

La exclusión de los/las jóvenes los/as expone al riesgo de perder el año escolar, un aumento de la población fuera del sistema supuestamente “desertora” y a condiciones de vulnerabilidad ante el posible acceso a actividades delictivas.

A las dificultades que tienen los centros para albergar la población estudiantil existente se le agregan las precariedades en sus condiciones físicas, butacas, disposición de sanitarios, agua potable, entre otras. En estos días de aguaceros encontramos centros de educación pública donde “llueve adentro” (se inundan) y “escampa afuera”.

Otros ofrecen la docencia con muchos cubos o latas frente a la pizarra o entre las filas de butacas para recoger las goteras. Las aulas que se improvisan en enramadas o patios se inutilizan en tiempos de lluvias y no hay clases para estos cursos. Otros centros tienen un gran charco a la entrada que obliga a la población estudiantil y docente a “enlodarse” hasta las rodillas para entrar.

“Las deficiencias en las condiciones físicas de los centros y la cobertura del sistema educativo ya han sido nombradas en muchos estudios con estadísticas donde se muestra la gravedad del asunto. La escasez de liceos, escuelas, aulas, maestros/as, butacas, sanitarios, materiales didácticos…. nos habla de un sistema educativo en estado de emergencia que pide a gritos que se le dé la prioridad, inversión y revisión que le corresponde. Recordemos un lema que es ya parte del sentido común, “sin educación no hay desarrollo humano”.

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