No hay dudas, la ecomomía está en recesión

No hay dudas, la ecomomía está en recesión

POR ARTURO M. MOYA
El cuento es una especialidad de la literatura que, y a diferencia de la novela, carece de un final, por lo general es el lector, con su imaginación, el que le da sentido, por aquello de que cada quien es dueño de su destino. Para que sea creíble, sin embargo, el cuento no sólo debe tener un fundamento, también hay que saber decirlo. Es un cuento infeliz el del Banco Central, de que mientras el producto decreció 0.2 por ciento en el trimestre enero-marzo del 2004, el de los primeros tres meses del 2005 fue muy bueno, porque creció 4 por ciento, queriendo decir que el dominicano debe sentirse satisfecho porque ha mejorado su vida.

No guarda diferencia con el cuento que se inventa a la carrera, sin base demostrable, y dicho sin gracia alguna. Por eso el del Banco Central es un cuento de mala estructura, lo confirma el trágico y rápido final que tuvo, porque fue fulminado por la crítica especializada al instante de salir, los empresarios, los consumidores y los economistas independientes, se encargaron de la labor. El golpe final posiblemente se lo dé la misión del FMI que nos visita. Como todo cuento malo, el de las autoridades monetarias, que también es del gobierno, no tuvo ventas, su costo (pérdida de credibilidad) superó cualquier expectativa.

Decir que en los primeros tres meses del 2005, las empresas de zonas francas aumentaron sus ventas externas, como lo hicieron en el primer trimestre del 2004, que el comercio local vendió más, que el sector financiero prestó más dinero a los sectores de la economía y que los bancos ganaron más dinero, que el sistema de transporte interno fue exitoso porque creció también, lo que equivale decir que los aumentos de precios del petróleo crudo y de los derivados en el mercado internacional no afectaron la actividad, son cuentos que nadie, absolutamente nadie, cree por inverosímil, pero que tampoco se agradece el intento, porque a nadie contagia semejante humor sombrío.

Cuando el Banco Central dijo que el PIB real del trimestre creció en un robusto 4 por ciento, los dominicanos por partida doble quedamos sorprendidos, por la magnitud del crecimiento anunciado y porque claramente las autoridades atravesaron sus propios límites en cuanto atrevimiento. Nadie, en su sano juicio, puede creer que la economía pudo crecer, pero ni siquiera se podría pensar en un cuento con algún grado de candor para decir que se estancó. Por mucho que las autoridades monetarias se esfuercen en justificar sus cifras, en decir que no la fabrican, que se limitan a recibirlas y a darles forma, la percepción de la gente no cambia, porque siente que la economía ha estado y sigue en una profunda recesión.

Es posible que el anuncio persiguiera algún interés político, y para sentar las bases para final de año decir que se cumplió con la meta de crecimiento de 2.5 por ciento, estimado para el 2005 en el acuerdo con el FMI. Para la meta de crecimiento, casi la mitad del estimado para las economías de América Latina, superior al estimado para Japón y Alemania (0.8%), Francia y Unión Europea (2%), para sólo citar algunos países, no se tomó en cuenta que se requiere de una política comercial diferente, una política orientada a la reducción de la deuda pública, incluyendo la del Banco Central, y que los ingresos tributarios no se conviertan en una limitante.

Que hay recesión, no sólo técnica sino también real, el hombre de calles así lo entiende, y lo mismo que las amas de casa, que no se cansan en lamentarse, se quejan de que todo está por la nube y que no hay dinero circulando, que el presupuesto no alcanza, que el consumo promedio mensual se ha reducido a un nivel tal que lo retrotrae a pasados muy lejanos que se creían superados, que tienen que hacer malabares para sobrevivir. Es una realidad que la gente del Banco Central debió sopesar antes de hacer el cuento del crecimiento del 4 por ciento, porque además, la mala situación del sector real de la economía es confirmada por los comerciantes de las avenidas Duarte, Mella, Conde, Abraham Lincoln, Churchill, de Santiago, Puerto Plata, San Pedro de Macorís, la Romana, Higüey, San Cristóbal, Baní, Barahona, San Juan de la Maguana, de todos el país. El anuncio del Banco Central es respondido por los comerciantes de todo el país, y lo hacen con cifras contundentes, afirman que las ventas en promedio han descendido en treinta por ciento. Si fuera verdad lo que dice el Banco Central, en el trimestre enero-marzo 2005 la recaudación de la DGII debió aumentar también, pero resulta que el comportamiento es consistente con el planteamiento de los comerciantes.

Es probable que para las autoridades monetarias, y para el gobierno, la reacción de las asociaciones de empresarios constituyera una sorpresa, pero los empresarios no podían hacer otra cosa, sus negocios sienten los efectos de la recesión económica. Pero además tienen sus propios cómputos, lo basan en reportes de los asociados, casi del universo de los productores, estableciendo una importante diferencia con relación al Banco Central, que por lo general se apoya en muestras y en cifras que deben merecer mejor chequeo, análisis y crítica. El peor escenario en el que se puede pensar, cuando el Banco Central hace su defensa, es que los empresarios se burlan del gobierno y de la entidad emisora reportando cifras incorrectas, mientras aprovechan la circunstancia para dar un golpe contundente a los cómputos oficiales al decir, el Conep y la Asociación de Industrias de manera específica, que las cifras no les cuadra, y reiterando la existencia de una contracción en la producción y en las ventas en lo que va del año 2005. Si es a ese el escenario al que se refieren las autoridades monetarias cuando defienden sus cifras, entonces el asunto es más delicado. No creo que sea el caso.

Si las autoridades del Banco Central, antes de anunciar sus fantasiosas cifras sobre el crecimiento de la economía real, hubiesen evaluado las experiencias, de que una economía sometida a sobreajuste no puede crecer, probablemente no se lanza con el cuento. Ahí están los casos Tailandia, Korea, Rusia, México, entre otros, que a finales del siglo pasado aplicaron sobreajustes en sus economías. El deterioro en el sector real motivó incumplimiento de los programas del FMI, y el planteamiento de nuevas metas y topes, para eliminar los sobreajustes. La impresión que están dejando las autoridades monetarias, es que entienden que la economía dominicana es especial, que está fuera de los patrones que confirman las teorías de ajustes y crecimientos.

A esa conclusión se llega cuando se escucha decir que, a pesar de la brutal política monetaria, manejada con un exceso de rigurosidad, de que el gobierno disminuyó sus inversiones públicas en promedio en más de cien millones de pesos mensuales, que el crédito privado se redujo en más de treinta mil millones de pesos, todo lo cual impactó negativamente sobre el consumo privado, no obstante se ha producido un robusto crecimiento de 4 por ciento. Parece que en nada ha afectado la economía dominicana el que en promedio el barril de petróleo Brent, Dubai y W. Texas, en el mercado spot, cerró en $44.5 dólar en febrero, $52 dólar en marzo y que en abril promedia $50 dólar. Cuando el cuento está mal contado, y sin credibilidad, lo mejor es recogerlo.ay

Todos nos beneficiamos cuando la economía real crece, y si está en contracción nos perjudicamos, por lo que nadie debería confundirse cuando se expresan disentimientos. Las autoridades no deben caer en criterios estrechos e insondables, que se aparten de la imagen pública de apertura, transparencia y tolerancia, que todo el tiempo debe mantenerse. Si hubo crecimiento, alguien debió salir ganancioso, no es posible que todos pierdan y al mismo tiempo la economía crezca. Pero resulta que en los meses que lleva el gobierno las quejas de los ricos, la clase media y los pobres, son las mismas, que nada se vende y que nada se compra, que todo, ó está paralizado ó retrocede. La inexistencia de un sólo sector, sin importar el que sea, diciendo que le ha ido bien, es otro desmentido contundente a las cifras del Banco Central.

La inconsistencia del crecimiento de 4 por ciento se puede demostrar también de otra manera, miremos el gasto de los sectores de la economía en productos y servicios generados por los factores productivos. El consumo privado de la economía interna, que representa más del cincuenta por ciento del PIB, se reporta deteriorado en los primeros tres meses del 2005, debido a que los precios en los supermercados, colmados, mercados, se quedaron colgando, compatible con una tasa de cambio sobre cuarenta pesos por un dólar, lo que se tragó el aumento salarial. De modo que por el lado del consumo, no se produjo un estímulo a la producción interna de bienes y servicios.

Las empresas comerciales, industriales y de servicios, de diferentes tamaños, que demandan bienes intermedios y de capital, se vieron limitadas por la fuerte restricción al crédito de parte de la banca comercial, motivado al compromiso de las autoridades monetarias con el FMI. Tampoco por el lado de las empresas privadas, se produjo un aumento de la demanda de productos y servicios creados en el país, fue lo contrario, una reducción en la demanda. El gobierno, por su parte, disminuyó sus gastos de inversión, y en cuanto a los gastos corrientes, se produjo un aumento, a pesar del anuncio de que se reduciría en 20 por ciento. Se podría decir que, y por el lado del gobierno, se produjo una compensación entre la reducción en los gastos de capital y el aumento en el gasto corriente, y que en términos netos no representó un estímulo a la demanda y a la producción de bienes y servicios en el país.

En cuanto al sector externo, las importaciones, subsidiadas con un peso sobrevaluado, debieron aumentar en un ambiente de certidumbre, pero el reporte difiere de lo esperado. Lo que sí aumentó fue las compras externas de vehículos nuevos y usados, pero se debió a que, además del incentivo del tipo de cambio por debajo del de equilibrio, la actividad se incentivo adicionalmente con medidas administrativas en aduana, disminuyeron los impuestos que debían pagarse legalmente. Pero lo mismo no puede decirse de la importación de bienes de capital y de las compras de bienes de consumo, lo que demuestra que fue insuficiente el incentivo de un peso sobrevaluado, el consumo de bienes importados no aumentó.

De todas maneras, y por lo general, las importaciones son actividades que directamente no generan una gran demanda por bienes y servicios creados por los factores productivos nacionales, finalmente lo que importa para el crecimiento del PIB. Por otra parte, las exportaciones de bienes fueron perjudicadas con la política comercial discriminatoria del gobierno y de las autoridades monetarias. En efecto, y por la apreciación del tipo de cambio en más de treinta y cinco por ciento, y por los altos costos de operación, principalmente de los salarios, que en promedio superan más de dos veces el de los países centroamericanos, y por el elevado precio de la electricidad, no hay que olvidar que en República Dominicana tenemos la tarifa más alta de América Latina, en zonas francas de manera particular se ha producido el retiro de empresas, con pérdida empleos. Es decir, y en términos netos, las exportaciones fueron negativas en el trimestre enero-marzo del 2005, de modo que tampoco, y por el lado del sector externo, se produjo una demanda de productos y servicios creados por los factores nacionales de producción. Está claro, pues, que por el lado del gasto tampoco hay compatibilidad con el dato de crecimiento reportado por el Banco Central.

Veamos el escenario desde otra vertiente: Cuando el producto aumenta es porque el capital mejoró, creció el capital humano, el número de empleos mejoró ó porque la productividad de la economía aumentó, o porque se produjo una combinación de los factores. ¿Puede el Banco Central justificar un aumento en las inversiones reproductivas y/o del conocimiento humano, capaz de elevar el ritmo de crecimiento? Claro que no puede. ¿Puede el Banco Central decir que el empleo de la economía aumentó? Tampoco puede. ¿Puede el Banco Central decir que la productividad del capital y de los trabajadores dominicanos, de repente, aumentó en enero-marzo del 2005? Definitivamente, no puede. Por consiguiente, les recomendaría que la próxima vez, y antes de lanzar cifras sobre el crecimiento del PIB, hagan el ejercicio clásico de descomponer el crecimiento, para que estén seguros de si el cuento tiene o no fundamento; si será o no creíble.

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