Con la desaparición física de los doctores Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez el escenario político nacional se ha quedado sin grandes estrategas, razón que ha contribuido al debilitamiento y la división de dos de las tres organizaciones mayoritarias que se han alternado en el poder en los últimos tiempos.
Si Balaguer y Peña Gómez estuvieran presentes los partidos Reformista Social Cristiano y Revolucionario Dominicano no se encontraran divididos en los actuales momentos, no sólo por la fortaleza de sus liderazgos, que hacían unificar ambas entidades en torno a sus figuras, sino por la experiencia en el manejo de crisis internas y, lo que es más importante aún, porque pensaban y actuaban en beneficio de sus colectividades y no en función de intereses particulares.
Todo parece indicar que tanto en el PRSC como en el PRD pocos piensan en función de partido, es decir, en la institución. Y los que actúan en esa dirección no han tenido la autoridad y capacidad necesarias para impedir las escisiones que presentan esas agrupaciones. Son tan graves las divisiones que exponen a dos partidos tan tradicionales a tener roles decepcionantes, en término electoral, en los comicios de mayo 16.
Ante la hipótesis de que Balaguer estuviera al frente del reformismo, aunque fuese un eterno aspirante presidencial, en esta oportunidad sus fuerzas físicas y mentales estarían muy menguadas, con casi 100 años de edad, factor determinante para impedir la movilidad mínima que se requiere en un candidato a la primera magistratura de la nación. Pero con su mente lúcida, como en efecto la tenía a la hora de su despedida, en estos momentos apelaría a alternativas compensatorias en beneficio de Jacinto Peynado y su grupo. El PRSC no se dividía y acudiría unido al proceso eleccionario.
Con la ausencia de Balaguer ha habido un manejo inadecuado en todo el proceso. ¡Señores, las primarias reformistas fueron muy reñidas, el triunfo de Eduardo Estrella no fue tan claro, a Jacinto Peynado había que proponerle la presidencia del partido! Y a sus principales seguidores posiciones importantes dentro de la organización y papeles protagónicos en la conducción de la campaña electoral. Nada de eso se hizo y el 16 de mayo sólo se cosecharía el fruto de los errores.
Hay que recordar que el Partido Reformista se dividió en el año 1970, pero al pasar las elecciones Balaguer propició el retorno del grueso de los dirigentes que acompañaron a Augusto Lora en su fracasa aventura. Inclusive muchos fueron designados en el gabinete, lo que evidencia que, pese a sus defectos, no se detenía en retaliaciones y veía más allá de la curva. Era callado y sólo hablaba y actuaba conforme al momento.
José Francisco Peña Gómez también fue otro gran estratega político y le puso de manifiesto en 1974 con la conformación del Acuerdo de Santiago, un frente amplio que reunía sectores políticos de izquierda, de centro y de derecha, logrando concitar gran apoyo popular en todo el territorio nacional. Lamentablemente la falta de clima político provocó su abstención electoral y la historia ya se conoce.
Peña se dio cuenta de que contaba con la fuerza del pueblo para derrotar a Balaguer en las urnas en un proceso transparente. Pero estaba consciente de que necesitaba el concurso y el apoyo externo y por eso hábilmente inscribe al PRD en la Internacional Socialista en 1976, lo que hizo posible que la voluntad popular sea relativamente respetada en el certamen electoral de 1978. De no contarse con esa solidaridad internacional, las presiones de los presidentes Carter y Carlos Andrés Pérez, de Estados Unidos y Venezuela respectivamente, era un sueño desalojar a Joaquín Balaguer del poder.
Hay que valorar que Peña llevó a su partido totalmente unificado a los comicios de 1978. Las primarias fueron ganadas por don Antonio, pero el perdedor, el doctor Salvador Jorge Blanco, fue llevado como candidato a senador por el Distrito Nacional. Y en el 82, cuando Jorge Blanco gana las elecciones internas, Peña impone también a Jacobo Majluta como candidato a senador.
El doctor Peña Gómez fue un hombre justo y equitativo, pero sobre todo gran estratega. Y por eso siempre procuraba compensaciones para aquellos que no resultaban electos en contiendas intestinas, visión propia de una persona que pensaba en término institucional.
Para el año 1994 formó lo que se conoce como el Acuerdo de Santo Domingo, que también reunía entidades de ideología y colores diferentes, poniendo a prueba su gran capacidad de concertación. No ascendió al poder en esa oportunidad, pero las irregularidades cometidas en su contra fueron altamente comprobadas inclusive hasta por observadores internacionales. De todos modos, mediante el Pacto por la Democracia, logró recortar el mandato del doctor Balaguer y excluir la reelección presidencial de la Constitución de la República.
El que lee este artículo diría que sólo reconozco a Peña y a Balaguer, que discriminó al profesor Juan Bosch. Para el suscrito Bosch fue un gran intelectual (diría que uno de los mejores que ha tenido el país) y también gran organizador y hombre honrado, pero políticamente era rígido y no dado a la concertación, razones que me hacen excluirlo en el grupo de los grandes estrategas. Danilo Medina y Amable Aristy Castro han demostrado, en el PLD y en el PRSC, tener dotes de estrategas, pero todavía son jóvenes y hay que esperar que pase el tiempo.