No hay más remedio

No hay más remedio

De todos los animales, el hombre es el menos dotado para vivir solo porque la soledad disminuye su capacidad de supervivencia ya que su “superioridad” se manifiesta a través de la organización de la sociedad, la división del trabajo, la formación  de equipos y la constante aplicación del principio de que “la unión hace la fuerza”.

Un delincuente motorizado cometió un robo en la ciudad capital; con la solicitud de auxilio de la víctima, aparecieron numerosos “motoconchistas” y persiguieron al agresor hasta cercarlo; le dieron una paliza bestial que casi termina con su vida.

Algunos medios de comunicación criticaron a los motoconchistas sindicalizados por la crueldad del castigo y por tomar la justicia en sus manos. El vocero de ellos comentó:

“Las autoridades lo cogen muy suave; la justicia los pone en las calles de nuevo; nuestros clientes pierden la confianza en nosotros y usan otros medios de transporte cuando piensan que los motoconchistas somos ladrones. Nadie puede jugar con nuestra comida; el que cometa una fechoría lo freímos nosotros mismos. Si alguien entra al sindicado como ladrón, o lo deja de hacer o sale muerto. Aquí no hay más remedio que ser serio”.

Queda claro: O abrazamos la honestidad por  convicción o lo hacemos por necesidad, con el agravante de que, en este último caso, puede que haya de por medio muchos muertos que contar.

Ya no se trata solamente de vivir en sociedad, sino de que la sociedad sobreviva y para ello parece que no hay más remedio que imponer el bien por la fuerza, en todos los niveles y sin excepción.

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