Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo. 1 Samuel 17: 10-11
Hay batallas que se pierden sin pelearlas, solamente porque nuestra mente fue confundida, hasta el punto que nos hace ver derrotados sin haber peleado. Goliat, con sus palabras, había amedrentado al pueblo hasta infundirle un temor tan grande que los imposibilitó y no pudieron enfrentarlo, rindiéndose a la voluntad del gigante. Esta es el arma que usa el enemigo para imposibilitarnos.
No podemos acobardarnos por las palabras hirientes, palabras de maldición, que han sido desatadas por nuestros enemigos. Al contrario, tenemos que enfrentarlos porque, si no lo hacemos, nuestro propósito se pierde. No hay que prestar atención a lo que dicen los gigantes.
Cerremos nuestros oídos a esas voces llenas de maldad, y abramos los ojos para ver el poder que desciende del Cielo para ayudarnos a enfrentar a los Goliats y derrotarlos.