No le apagues la vida. Súplica a un violento

No le apagues la vida. Súplica a un violento

Tu compañera de vida, la que tal vez te regaló la bendición de ser padre, quien estuvo contigo en tus mejores y peores momentos, ésa que sus palabras te han servido como ungüento en momentos en los que crees que no tienes salida, la que te dice “No te preocupes mi amor que todo estará bien”, quien te cuida cuando estás enfermo, ésa que decidió unir su vida a la tuya y dejar atrás su vida de soltera para acompañarte a ser feliz, es la misma a la que agredes física y emocionalmente, a la que en vez de amor le brindas dolor, quien pasa sus noches en vela esperando a que vuelvas de la parranda, a la que alzas la voz cada vez que quiere decidir por sí sola, a ella, ¿por qué matarla en vez de cuidarla?

Si juraste amarla para toda la vida, ¿por qué la pones contra la pared para golpearla? Tú mismo dijiste que la protegerías en las buenas y las malas, ¿por qué ahora quien le da los tragos más amargos eres tú? Prometiste estar con ella en la salud y en la enfermedad y te has convertido en su peor mal.  Ella alguna vez soñó con ser la mujer perfecta porque te había encontrado y hoy tú la maldices y la tratas como si olvidaste tu misión en su vida.

Amenazarla y llenar de miedo su existencia no es la mejor opción si ella decidió que ya no existe espacio para ti en su vida. Continúa con la tuya y busca tu felicidad en otro lugar. Cuando una mujer no siente por ti lo mismo que tú por ella no quiere decir que tu mundo se acaba; significa que esa no es la que Dios ha creado para ti.

Causarle la muerte a alguien que en algún momento te regaló sus mejores sonrisas, no es la solución. Cuando lo haces dejas un vacío no solo en su familia sino en el mundo. Cuando le quitas la vida, apagas una estrella en el corazón de quienes amaban a ese ser tan especial. Piensa que cada mujer es única y ocupa un lugar importante en el universo.

Antes de arrebatarle la bendición de vivir a una mujer, piensa que ella fue quien en algún momento te hizo sentir querido, respetado y protegido; cuando para los demás eras sólo una persona más, para ella representabas su mundo entero.

¡Cuídala!

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