No le crea al Presidente. Vigílelo

No le crea al Presidente. Vigílelo

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Hace décadas que dejé de votar en elecciones presidenciales. Tuve especial afecto y simpatía desde la juventud hacia un cibaeño, como yo, que luego llegó a la presidencia.

Pero cercanos suyos (¡y míos!) trataron desconsiderada e irrespetuosamente a la empresa encuestadora que represento, y también a mi persona.

Afortunadamente, para entonces ya tenía mucha confianza en Dios. Y también había leído en la Biblia: “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jeremías 17:5).

Por lo que, consecuentemente, tampoco confío en mí mismo. En cambio, la Biblia me ordena amarme, y a mantener buena autoestima, y hacer lo mismo con los demás… pero bajo permanente y estricta vigilancia.

Eso vale para todo humano, especialmente aquellos que nuestra cultura y ordenamiento social nos obligan a situarlos en nuestro sistema de dependencia, y de subordinación y obediencia: jefes de Estado, ministros, sacerdotes, pastores, militares, policías y demás autoridades. Se nos ordena obedecer las leyes, especialmente aquellas que tienen que ver con el trato a los demás, con el patrimonio común y el hábitat compartido.

Los gobernantes los elegimos nosotros (incluidos los que no votamos). Y nos merecen respeto. Especialmente porque el sistema político-estatal requiere el soporte de la legitimidad, esto es, de una confianza funcional vigilada; de credibilidad razonable y predecible; y de obediencia; sin los cuales ningún Estado puede funcionar, y se convierte, por definición, en Estado fallido.

No recuerdo presidente alguno que no haya tenido defectos importantes. Ni que haya salido del poder sin que se le acuse de graves faltas. Pero probablemente, ninguno de los expertos y entrenados en asuntos sociales y políticos hubiésemos sido mejores gobernantes, no obstante lo críticos que solemos ser respecto a nuestros gobernantes. Personalmente, habría metido medio país en la cárcel, pero luego no hubiese sabido cómo hacerlo funcionar.

El presidente, cual que sea, necesita confianza y apoyo. Nosotros necesitamos, más que creerle, apoyarlo y vigilarlo. Nuestro apoyo debe ser firme, pero nuestra credulidad (y su credibilidad) deberán ser revisadas, vigiladas. Como debe hacerlo todo humano consigo mismo y con los demás.

Actualmente estamos pasando por uno de los peores momentos de la humanidad. Las élites y los cientistas han perdido credibilidad. Nuestras clases medias, medio desocupadas, medio aturdidas por el encierro y los condicionamientos del covid; demasiado pendientes del celular y las novelerías de las redes y su todavía dudosa contribución al bien común.

También es nuevo: una oposición tan experimentada, con tantos recursos políticos, financieros y propagandísticos; liderada por hombres que gobernaron durante varios períodos y acumularon un grado de poder capaz de estabilizar o desestabilizar a cualquier gobernante de turno; y de enfrentar cualquier sector o grupo de interés. Especialmente si se siente acosada o perseguida de la Justicia.

Estamos obligados a estabilizar nuestro país. Procurando que quienes nos gobiernen cumplan su período de la mejor manera posible. Sin usar recursos fiscales de manera impropia, ni permanecer en el poder de manera ilegal ni ilegítima.
Cuidarlos con respeto y vigilancia. Sin permitir que nadie desestabilice ni dañe nuestro bendecido país.

No recuerdo un presidente que no haya tenido defectos importantes

El Presidente, cual que sea, necesita confianza y apoyo

Estamos obligados a estabilizar nuestro país

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