No lo parece, pero es una escuela

No lo parece, pero es una escuela

Esta es la escuela Santa Rosa, localizada en una comunidad que lleva el mismo nombre, en la jurisdicción de Baní. Tiene 15 años, es decir, está operando desde  1995. En ese tiempo, ningún Gobierno ha visto la debilidad de su edificio, el hacinamiento de las aulas y la falta de butacas para que todos los alumnos, 654, puedan sentarse a escuchar las clases de los esforzados maestros.

Baní, Peravia. Un primer vistazo a la fachada de la escuela Santa Rosa, de la comunidad del mismo nombre, no ofrece la más remota idea de que lo que se esconde tras la puerta corrediza es en efecto un centro  educativo.

 Solo la bandera, que se ve desde una cierta distancia, convencerá al visitante de que arribó a su destino.

Tras atravesar un estrecho camino pedregoso desde la avenida Presidente Billini (principal), de unos seis kilómetros de extensión, llegar a la escuela se convierte en   toda una hazaña.

  Sin embargo, el centro funciona allí desde su fundación en  1995 y los 654 estudiantes que conforman la matrícula hacen el mismo recorrido todos los días.

Hace dos mes se dio el primer picazo para la construcción de un nuevo plantel, pero no ha habido ningún avance en los trabajos.

Por dentro.  Ubicada en el mismo centro de la empobrecida comunidad que le da su nombre, la escuela Santa Rosa es un lugar olvidado. El local era la antigua casa de reunión de una comunidad religiosa, por lo que sus siete aulas fueron improvisadas con divisiones de playwood y techos de zinc.

La población de alumnos por aula fluctúa entre 38 y 54, a pesar de que  están aptas para solo  unos 20.

 Los salones resultan en espacios oscuros, poco ventilados y hacinados en que los niños ocupan todo el espacio de esquina a esquina impidiendo la circulación en su interior.

Incluso, por la falta de mobiliario, algunos agotan la jornada de pie.

 La profesora Berenice Pérez, del tercer curso, confiesa que cumplir con su labor de todos los días “le resulta muy incómodo”.

 Afirma que le es imposible desplazarse dentro del aula para verificar el desenvolvimiento de sus 38 alumnos. “Mira, ahorita se cayó un niño que iba para la pizarra”, contó la maestra, con 13 años en el centro.

 Para la profesora Andira Sánchez, del sexto grado, las deplorables condiciones de trabajo se han vuelto una costumbre. La docente tiene diez años laborando en la escuela Santa Rosa.

 Con una toalla sobre su hombro y las gotas de sudor brotándole por toda la cara, Sánchez contó que las condiciones de  trabajo tienen efectos negativos en los alumnos, que al sentirse acalorados se desesperan y pierden  concentración.

Sin  calidad.  La directora de la escuela, Santa Angela Carmona, expresó que debido a las “pésimas” condiciones físicas del plantel, se les hace “muy cuesta arriba” alcanzar los  estándares de calidad de la educación.

 En su modesta oficina ubicada en el descanso de la escalera, la directora explicó que a la precariedad con que se imparten los contenidos en la escuela se agrega  que cerca de un 35% de la matrícula es descendiente de haitianos o personas con muy poca formación, lo que imposibilita el  seguimiento en casa.

Las claves

1.  Limitan entrada

 Hace tres años  que la dirección del centro educativo congeló la matrícula, dejando fuera a cientos de estudiantes cada año. Como explicó la directora, Santa Angela Carmona, las condiciones de espacio de la única escuela de la comunidad impiden recibir a toda la demanda.

2.  Mobiliario

  El mobiliario de la escuela está roto, oxidado y se constituye en un riesgo para los alumnos. Aún cuando muchas de las butacas tienen pedazos de hierro afilado expuesto, los alumnos las trasladan de un aula a otra. También son muchos los alumnos que todos los días reciben la clase de  pie.

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