¡No más show en el Estado!

¡No más show en el Estado!

Samuel Luna

Cuando la palabra “show” llega a mi mente, pienso en una acción exterior que provoca un escándalo o ruido para captar la atención del público; también olfateo la idea de una imagen cargada de acciones efímeras y superficiales. La otra idea que irrumpe en mis pensamientos y desnuda el efecto del show, es la de un evento que nos entretiene, nos anestesia y nos duerme, creando en nosotros una cierta apatía ante la descompuesta sociedad que nos han fabricado. Como dice el lenguaje popular, ¡es un allante!

Desde Pedro Santana, primer presidente de la República Dominicana, hasta el día de hoy, hemos presenciado un show político que sólo ha beneficiado a los dueños del teatro que promueven el espectáculo, pero el pueblo, que es quien paga un alto precio para presenciar el evento, se queda sin esperanza y sin soluciones reales. Uno de los tantos daños que el show ha generado en el Estado es la falta de confianza que han sembrado la mayoría de los políticos y funcionarios. Además, las prácticas antidemocráticas mal modeladas por la mayoría de nuestros funcionarios, que sólo han beneficiado a un reducido sector de la población. Realmente el show o allante de los actores políticos ha consistido en crear ruidos para captar la atención de sus seguidores, convencer a los que no están convencidos de sus discursos showistas, y por último, capitalizar el voto para llegar a los estamentos del Estado, y desde ahí, obtener poder y dinero, con el fin de perpetuarse en la mente de un pueblo engañado y claramente burlado.

Mentiras, ambición y traición, son los elementos del guión que pone en acción el show en el Estado dominicano. Estas funciones teatrales nos remontan a nuestra historia y nos recuerdan a un Pedro Santana traicionando el ideal independentista de los trinitarios. Nos recuerdan a un Rafael Leónidas Trujillo, desnaturalizando la democracia y adjudicándose las propiedades del Estado, con un estilo de liderarazgo que hasta hoy ha dejado dolor y cicatrices en cada hogar dominicano. Nos recuerdan a un Joaquín Balaguer con señales ambiguas y salpicado de un estilo trujillista. Un Balaguer que fortaleció el ciclo de pobreza mediante la entrega de fundas de comida, usadas como carnadas para usurpar la dignidad del pueblo. Un Balaguer con mentalidad faraónica, con una identidad basada en un poder que lo promovía de forma desbordante como el único camino. ¡Qué pena! ¡Qué gran show!

Este show nocivo practicado por generaciones, genera patrones de conductas que impiden una posible evolución que beneficie al Estado dominicano. Esta es la verdadera razón por la que debemos parar este espectáculo presentado en la tarima del sagrado Estado. ¡Hay que pararlo! No debemos aceptar más mentiras en nombre de la democracia. Debemos abrazar la constitución y apoyar las leyes que fortalecen las estructuras del Estado. Nuestro accionar en beneficio del pueblo, debe anteponerse a cualquier figura mesiánica prefabricada y mal intencionada.

Si realmente queremos poner en práctica todos los lemas y consignas que promueven cambios y esperanza para el pueblo dominicano, debemos desnudar, repudiar y condenar las acciones que promueven el show y el allante. El pueblo está enojado y hastiado. ¡No más show en el Estado!

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