En otros artículos, hemos hablado de Singapur, pero creo que muchos de nosotros todavía no hemos procesado lo que realmente pasó en Singapur. En esta ocasión, trataremos de hablar como se expresaba el profesor Juan Bosch; escribía y hablaba para ser entendido por los campesinos, por personas iletradas, por los niños, por los críticos y estudiosos del comportamiento social. Usaremos ejemplos criollos y llanos; y así, poder imitar los pasos que dio Singapur para frenar la corrupción y la pobreza que dominaba a dicho país. Además, debemos recordar y aplaudir una gran verdad, Singapur no tiene el regalo natural que nos brinda la nación dominicana, poseemos todo lo que necesita un pueblo para vivir decentemente y en orden, realmente todo.
Si queremos cosechar mangos, debemos sembrar semillas de mangos, si queremos disfrutar un buen café, debemos sembrar semillas de café; de la misma forma, si como dominicanos queremos convertirnos en la Suiza del caribe, lo primero
que debemos de hacer es sembrar ideas que produzcan cambios, debemos creer y abrazar la verdad y el derecho de que podemos convertirnos en un país estable, seguro y próspero. Es como cuando el agricultor siembra las estacas de yuca, en un terreno donde no existe un acueducto, donde el agua es escasa, y con todas esas amenazas el agricultor sigue confiando que un día va a cosechar el fruto de su trabajo; así mismo, nosotros debemos confiar en que podemos cambiar a nuestro bello pero sufrido país. Debemos soñar, creer y actuar, esperando con entusiasmo que nuestro país va ha cambiar por encima de las circunstancias que nos han golpeado por generaciones.
Dejemos muy claro que nuestro país no será transformado con las prácticas que hasta ahora han dominado el escenario político. El país no será transformado con políticos clientelistas, con candidatos a la presidencia que se creen dueños del país; con senadores y diputados que no se visualizan fuera del congreso, porque este espacio les brinda poder para generar riquezas e impunidad. Pero no sólo son los políticos, existen otros sectores que son parte del baile de la corrupción; los que permitimos la corrupción, el ciudadano común que acepta dinero y vende su voto. El religioso que vende su fe y crucifica sus creencias por un cargo o posición temporal, el militar que usa su poder para sostener y alimentar la corrupción, los jueces que tuercen la balanza por dinero, los empresarios que sostienen a los funcionarios corruptos a cambio de beneficios personales. Por eso muchos dicen que este país no lo arregla nadie. Y justamente esta frase es la que debemos cambiar, y para que esto suceda debemos dejarnos de teorías e imitar a Singapur.
Debemos imitar las cosas que funcionan; nuestro país está lleno de intelectuales sin resultados, comentaristas apoyando los mismos fósiles. Hemos hablado de democracia y de cambios desde la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo, estamos hablando de 60 años atrás y la corrupción sigue ganando terreno. Debemos recordar que Singapur no cambió porque son asiáticos, porque si ese es el caso, entonces Singapur no hubiese sido corrupto. La corrupción nace en el corazón del hombre, y para frenar la maldad colectiva se necesita una acción colectiva que extirpe y confronte la actual corrupción que reina en el Estado dominicano.
No más teorías, debemos aceptar que nuestro sistema está podrido; es como decir que hay una plaga en los mangos, en el café, en la yuca, y para eliminar esa plaga debemos realizar acciones puntuales, precisas y fuertes; pero se necesita un gran hombre o una gran mujer, uno con la misma determinación y valentía que tuvo el ex ministro de Singapur, Lee Kuan Yew. Es que no tenemos excusas para ser pobres y corruptos, tenemos de todo, incluyendo un pueblo sano pero golpeado. Tenemos más
tierra que Singapur; ellos poseen 721 kilómetros cuadrados. Entendamos, Singapur es más pequeño que cualquier provincia de la República Dominicana, le pasan el agua de Malasia, no produce nada, tiene más de 5 religiones, varios idiomas; sin embargo, nosotros tenemos de todo, un idioma, una religión, ríos, agricultura, minerales, ¡de todo!
Dejémonos de teorías, nuestros problemas no son porque somos de izquierda o de derecha; el problema de la corrupción no es porque somos Católicos, Adventistas, Mormones, Testigos de Jehová o Evangélicos. El principal problema nuestro es que somos una nación en busca de una identidad de nación, una sociedad llena de mentiras y paradigmas que nos destruyen, somos rebeldes, no poseemos un concepto de Estado. Somos simpáticos y al mismo tiempo agresivos. El compadreo está por encima de la ley, el chiste es un arma para dormir la realidad social, para anestesiarnos. Decimos que somos el mejor país, y al mismo tiempo queremos huir hacia lugares seguros.
Entiendo esas realidades, seremos transformados, cuando nos gobiernen con mano dura, mano dura no es dictadura, es orden, respeto, y aplicar el Estado de derecho. Debemos de hacerlo como lo hizo Lee Kuan Yew o mejor. No más teorías, imitemos a Singapur.