¡No me cambien el nombre!

¡No me cambien el nombre!

GABRIEL R. ROEDÁN HERNÁNDEZ
Varios reportajes se han escrito acerca de la alegre manía de algunos partidistas quienes aprovechan sus gobiernos para cambiar el nombre a calles, avenidas, estadios, aeropuertos, parques, etc. para favorecer a sus fallecidos miembros, sin consultar a todo el pueblo. Despojan nombres que fueron bien pensados antes de elegirlos, nombres que mejor representan la realidad histórica de la primada de América y que fueron aceptados por todos y jamás cuestionados.

El 15 de agosto del 2004, a un día del cambio de mandatario y de partido, apareció en HOY un reportaje de Ubaldo Guzmán M. con la opinión de varios historiadores dominicanos, y el 20 de agosto aparece en las páginas de opinión de HOY el artículo ¿República PPH? De Manuel E. Gómez Pieterz, ambos refiriéndose a ese tema.

Los dominicanos todavía no tenemos conciencia de la joya que representa la ciudad de Santo Domingo. ¡Cuántas ciudades de todo el continente americano habrían deseado poseer nuestras innumerables primicias y monumentos! ¡Cuántas ciudades habrían anhelado ser residencia de Don Cristóbal Colón y su familia! ¡Cuántas habrían anhelado ser depositarias de sus restos mortales!

Qué falta de respeto a la venerable historia de nuestra ciudad, cambiar los nombres originales queridos por el pueblo, por nombres de personas que no han sido figuras cimeras de nuestra historia, y que por ser partidistas no representan la universalidad del pueblo!

El aeropuerto Las Américas y la autopista que desde la ciudad de Santo Domingo hasta allí conduce, tiene el nombre perfecto, ya que de aquí partieron los colonizadores del nuevo mundo y fue parada necesaria en las largas travesías de los navíos europeos con destino a Centro y Sur América.

La avenida del Puerto es un nombre romántico que se adapta perfectamente a la ciudad colonial. Sus calles, con nombres de personas, deben dedicarse únicamente a personajes de aquella época.

Pero la última palabra la tiene el pueblo. Los partidos políticos deben reflexionar y durante sus mandatos, antes de imponer cambios de nombres, que recuerden que el partido más poderoso de nuestra historia, el Partido Dominicano, sembró el país con el nombre de Trujillo y los suyos; ni la ciudad capital se escapó de esa fiesta… y volaron las estatuas, los bustos y las tarjas, y volvieron los nombres originales, los queridos por el pueblo y su tradición.

Al paseo frente al Mar Caribe el 98 por ciento de los dominicanos le dicen «El Malecón», no la George Washington; al Centro de Los Héroes, después de 40 años, el populacho le sigue llamando «La Feria». A la ave. Francisco Caamaño la seguimos llamando «Avenida del Puerto». Al aeropuerto Las Américas poquísimas le añaden las nueve sílabas de José Francisco Peña Gómez; y a la avenida Las Américas muy pocas añadirán las doce sílabas de «Presidente Antonio Guzmán Fernández»×

Añadir nombres a lugares públicos es más que insensatez, es ridiculez. Los personajes añadidos ya han sido honrados con bustos, plazas, calles, o clubes públicos, etc., tanto en la capital como en sus pueblos de nacimiento,lo que debe ser suficiente.

El único cambio en que deberíamos insistir es en «La Feria», que aunque la prensa escrita y radial la refiere correctamente con su hermoso y patriótico nombre de «Centro de los Héroes» el transporte público se resiste a cambiar su pregón de solo dos sílabas a siete!… ¡y no los culpo! ¿Qué hacer? Podríamos iniciar una campaña educativa para que comiencen a pregonar «Centro-Feria» por un tiempo, y cuando el público ya relacione la Feria con el Centro, entonces dejar solo el pregón «Centro».

La palabra feria es alegre e informal y no es adecuada a la dignidad, el respeto y solemnidad que representa el majestuoso conjunto del Centro de los Héroes.

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