Mía es la plata, y mío es el oro, afirma el Señor Todopoderoso. Hageo 2: 8
La mayor parte de nuestras vidas vivimos preocupados pensando qué hacer para aumentar nuestros ingresos o cómo salir de las deudas. El dinero nos ha esclavizado, hasta el punto que es él quien nos gobierna.
Es triste reconocer que este nos maneja a su antojo, y se refleja en nuestro cambio de carácter. Nos ponemos agresivos, de mal humor, descontentos, desmotivados, pesimistas, afectando nuestra vida espiritual, de forma tal que no tenemos deseos de orar, alabar y estar en Su presencia.
La fuente de las riquezas es Dios, el cual permite que nosotros las administremos con sabiduría. No debemos prestar más atención al dinero, sino a Aquel que lo produce, ya que Él es el dueño de las riquezas y a nosotros como Sus hijos nos pertenecen, porque tenemos herencia, derecho y privilegio.
No mires tus carencias, sino el que te bendice todos los días para que seas prosperado eternamente.