Contrario a todo pronóstico, el bloque de partidos políticos de la oposición dominicana, lejos de debilitarse, se ha fortalecido.
La acción conjunta, iniciada días antes de las elecciones en demanda de que la Junta Central Electoral ejecute, además del conteo electrónico, el escrutinio manual de los votos, ha permanecido tras el proceso.
Hoy, se sumaron otros partidos y han ascendido a 12 las organizaciones políticas no oficialistas aglutinadas.
No obstante, son muchos los dominicanos que al día de hoy no han entendido o asimilado que esta unidad se haya producido en la recta final de las elecciones, y no antes.
¿Es acaso porque ya no está el dilema de la candidatura presidencial o del reconocimiento político, y correspondiente financiamiento, de x partidos?
Además de los cuestionamientos que organismos, nacionales e internacionales, de veeduría electoral han hecho a la legalidad y legitimidad de las elecciones, es innegable que una cuota de la responsabilidad, así sea mínima, de que hoy día el pastel del poder sea mayoritariamente morado, corresponde a esa incapacidad o desidia de la oposición de articularse en un solo bloque y concurrir unida a las elecciones. Las diferencias ideológicas y de principios las hay, y es sano que así sea porque evita visiones totalizadoras del mundo que no se corresponden con la realidad. Pero más allá de eso, en la clase política dominicana, máxime en la liberal y progresista, se echa de menos esa capacidad de trabajar en equipo, tan a tono con las competencias requeridas en estos nuevos tiempos.
El milagro de la unidad lo ha propiciado el reclamo, elemental y justo por demás, de que para las próximas elecciones se cuente con una Junta y con un Tribunal Superior Electoral independientes a los partidos.
Dirigentes de este bloque han aclarado, como si se tratase de un logro, que la unidad es coyuntural y específicamente en esta demanda.
Mientras tanto, he aquí un pueblo y una democracia que requieren la existencia de una oposición política fuerte, vigorosa, distinta, creativa y actualizada.
Que no sea reactiva, dedicada sólo a responder la agenda gubernamental, sino propositiva, y que incluya respuestas a problemas ancestrales como el alto costo de la vida, la deficiencia en la salud pública, hasta otros más coyunturales como la inseguridad ciudadana, las ganancias desmesuradas de las ARS o el cuasi colapso del tráfico en el país.
Y esa oposición debe de accionar de manera ágil y multilateral, no debiéndose conformar con hacer marchas y misas.
Que es difícil, lo sabemos, es por eso que insistimos en que la unión hace la fuerza y que el grado de los problemas de este pueblo requiere tener claro que no basta rezar.