Precisamente hoy, escuchaba que nosotros humanamente nos exigimos tanto, y tenemos siempre tan arraigada esa creencia de que debemos estar felices siempre, que olvidamos permitirnos sentir tristeza.
Y a pesar de lo que muchos puedan pensar o decir, el sentirnos tristes en un momento determinado es un derecho que tenemos, no significa que estamos locos, o enfermos mentales, o que ya tenemos una depresión; por el contrario, lo que no saben, es que estamos vivos, que somos humanos, sensatos, sensibles, que tenemos sentimientos, y un corazón que late.
Muchos nos empeñamos en reprimir y esconder lo que sentimos, en un vano afán de que se vaya sin dejar rastro. Sin embargo, sentir cómo la tristeza recorre todo nuestro cuerpo es natural.
Cómo enturbia nuestra mente y pugna por salir. Reprimirla, provocaría que poco a poco nuestra tristeza vaya echando raíces en nuestros pensamientos, de los que pasa a nutrirse.
Por eso es importante que entendamos que la vida está llena de pequeñas y grandes pérdidas… hay que aprender a encajarlas. Aceptarlas es la manera de vivir bien la tristeza.
Me encanta eso de que: “Se vale estar triste a veces, estar rotos de vez en cuando. Se vale no siempre ser la persona alegre que todos quieren que seas. Se vale no querer hablar con nadie. Se vale dejar que el corazón llore hasta secarse. Se vale ser humano”.
La tristeza puede aparecer por distintas situaciones normales y más habituales de lo que queremos creer. El problema aparece cuando no hacemos una gestión de la emoción -ya sea por torpeza, porque no sabemos o porque renunciamos de manera voluntaria a ello-, y de sentirnos pasamos a estar; cuando la emoción deja de ser emoción y pasa a ser un estado con profundas y fuertes raíces.
Paradójicamente, la mejor manera de no deprimirse es aprender el arte de saber ponerse triste. Es decir, hacerlo de una manera lúcida, resolutiva y generadora de nuevos recursos. Porque la felicidad también se alcanza aprendiendo a incluir en nuestra vida de manera natural los momentos grises y de tristeza, de nostalgia, decepciones y sufrimiento, viéndolos como una parte útil para vivir la vida que deseamos.
Sin lugar a dudas, tal y como señalan los expertos, estar triste puede ser una oportunidad para parar, conocer y reflexionar sobre lo que nos está sucediendo. Pero, sobre todo, para valorar lo que antes no apreciábamos. No obstante, estos estados de tristeza deben de ser pasajeros y transitorios.
Si uno se ancla en este sentimiento, se enfoca en el pasado, se olvida de uno mismo y la tristeza es persistente, y nos ha bloqueado por completo, si estamos a un paso de la depresión porque no conseguimos sacudírnosla de encima, entonces es necesario dar un paso al frente y pasar a la acción, es muy probable que se necesite la ayuda de un profesional para seguir adelante.