No oigo hablar de Carlos Gardel

No oigo hablar de Carlos Gardel

Comienzo diciendo que lo que expreso en el título tiene sus motivos. Pues hace unos años que estoy haciendo vida de ermitaño o de anacoreta. Además viví unos cuatro años, en la ciudad que se levanta en las márgenes orientales del río de la Plata o “Paraná-Guazú”, que quiere decir “grande como mar”.

Claro está que hablando estoy de Montevideo, donde el tango es “la música ciudadana”. Y a Carlos Gardel lo tienen como un compatriota, que dicen ellos que nació en Tacuarembó. Y otra cosa resulta que aquí tenía trato amistoso, con verdaderos conocedores del “morocho del Abasto”. Todos ellos ya ausentes para “lo sempiterno”: Mario (Cuchito) Álvarez, padre de tertulias, peñas y conversatorios.

Y pisando sobre las huellas de Cuchito en los afectos gardelianos, estos conciudadanos: Felo Haza del Castillo, Julio César Félix (Bubito), Ramón Pérez, Julio Tonos, Manolito González y Antonio Bustamante.

Y ahora vamos a parlar acerca del “Zorsal Criollo”. No voy a hablar de sus películas, ni de sus discos, ni de sus artes culinarias, donde su guiso preferido era su “puchero de pica-terra”. “Pica-terra” es gallina.

Y en seguida decimos que el 24 de junio de este 2010 se cumplieron ya setenta y cinco años de “La tragedia de Cali”. El 24 de junio de 1935, en el lobby del hotel Granada de Bogotá se encontraban a eso de las diez de la mañana, Carlos Gardel y sus acompañantes, esperando transporte para dirigirse al aeropuerto llamado “Techo” de la capital de Colombia, donde abordarían un trimotor de la compañía aérea colombiana, de nombre “Saco” que volaría a Medellín, donde permanecería unos minutos para reiniciar su vuelo hacia Cali, en el valle del Cauca, donde Gardel tenía que cumplir un contrato consistente en varias presentaciones.

Mientras se reanudaba el viaje, en las instalaciones destinadas a los pasajeros, en el aeropuerto “Olaya Herrera” de Medellín, Gardel y su grupo charlaban con sus admiradores que habían acudido a saludarlos. Hablaban del éxito de la gira y hasta de la posibilidad de un pronto viaje a los Estados Unidos.

Abordaron el avión, el cual era piloteado por el veterano aviador Ernesto Samper Mendoza. La nave fue encaminada directamente a la pista central y comenzó a deslizarse a velocidad para levantar vuelo casi al final de la pista. Pero el público que estaba en el aeropuerto sorpresivamente observó que el trimotor se inclinó bastante hacia la rueda derecha y comenzó a trazar un ángulo muy abierto que lo ponía de regreso y a embestir las instalaciones del aeropuerto Olaya Herrera o a los tanques de combustible que se encontraban en las proximidades. En el aeropuerto se hallaba otro trimotor, “El Manizales” de la compañía alemana “Skata”, el cual aguardaba que el avión de Gardel alzara vuelo para entonces “El Manizales” ocupar la pista central y volar hacia Bogotá. El avión de la “Skata” estaba inmóvil pero con los motores encendidos. Entonces inexplicablemente contra él vino y se precipitó el avión de Gardel. Un mar de llamas cubrió las dos naves y solamente seis seres humanos pudieron escapar de ese infierno de fuego.

La tragedia de Medellín ocurrió a las cuatro y quince minutos de la tarde.

Al morir Gardel surgió la leyenda. Pero lo cierto es que en América y hasta en Europa, se le rinde homenaje, el homenaje del recuerdo, a ese distinguido difunto que “cada día canta mejor”. En Montevideo el maestro tiene su calle.

Viviendo en la capital uruguaya, falleció Gerardo Matos Rodríguez, el autor de “La Comparsita” el tango más tango de todos los tangos.

¡Ah/ Se me olvidaba… cuando Gardel comenzó a cantar lo hacía a dúo con el uruguayo José Razano o “Razano el oriental”. Y en Montevideo guardan y cuidan como una reliquia histórica “La Casa de Carlos Gardel”.

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