En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. 2 Timoteo 4: 8
A veces pensamos por qué tenemos que guardarnos tanto, dejar de hacer lo que nos gusta por agradar a Dios. Y nos preguntamos “¿Valdrá la pena tanto sacrificio?”. Vemos a los demás que se divierten y gozan a su manera, viviendo sin preocupación, solo del momento.
Esto crea en nosotros y, sobre todo en los jóvenes, un razonamiento hacia las cosas de Dios. Nos hace cuestionar ¿Por qué no podemos hacerlo? Pero, ¿cómo se sentirá Dios desde los Cielos cuando mira que Su pueblo no ha entendido el sacrificio de Cristo y rechaza lo incorruptible por lo corruptible?
El mundo dispone a su antojo, nos ciega y nos hace olvidar la promesa de Dios, quien nos tiene reservada la corona de justicia para el día final. Ésta le es otorgada a los que han aprendido a batallar contra el mundo, su propia carne y las tinieblas, siendo fieles al que se hizo hombre para darnos la vida eterna.
Esta vida es pasajera, pero hay otra vida que es eterna. Solamente aquellos que entendieron el valor de guardarse y mantenerse alejados de las cosas del mundo, que los corrompía, son merecedores de esta corona. Por eso vale la pena dejar lo que te reste y unirte a lo que te multiplique.