Los dominicanos y las dominicanas debemos sentir vergüenza y sonrojo cuando se conoce que el IX Censo Nacional de la Población y Vivienda no ha podido ser terminado, casi un año después de haberse administrado el cuestionario, porque se carece de los fondos necesarios para su conclusión.

Falta todavía procesar el 10% de las informaciones colectadas en las boletas, según declaró recientemente a los periodistas el doctor Pablo Tactuk, director de la Oficina Nacional de Estadística.

Este Censo ha sido uno de los más accidentados de los administrados en el país en los últimos 30 ó 40 años. Aparentemente, su realización nunca ha estado en los planes del Gobierno, pues para su ejecución fue necesaria una donación de poco más de seis millones de dólares de parte del Gobierno de Taiwán.

Posteriormente su inicio tuvo que ser pospuesto debido a cuestiones que todavía la opinión pública desconoce pero que aparentemente tenían que ver con falta de recursos financieros. Y ya en plena fase de recolección de las informaciones los dominicanos y las dominicanas recuerdan aquellos tristes espectáculos de ver jóvenes protestando por la falta de los pagos acordados. Todos estos elementos conforman una realidad que apena y sorprende en un Gobierno que se jacta de su organización y del fomento del progreso.

Hasta ahora, lo único que los dominicanos saben es que la población es de unos 9.8 millones de almas, y la distribución de éstas por provincias. Nada más.

El director de la Oficina Nacional de Estadística ha dicho que faltan cerca de 300 millones de pesos para concluir el censo y para entregar todas las informaciones a la sociedad. Pero nadie sabe dónde está ese dinero. Apena tanta falta de planificación.