No Presidente, lo peor no ha pasado

No Presidente, lo peor no ha pasado

Desconocemos si fue falta de información o errónea conceptualización del optimismo del Presidente Fernández, lo que le llevó a afirmar que lo peor de la crisis ha pasado.

A falta de un adecuado servicio de inteligencia económica, la simple ojeada a la prensa de los últimos acontecimientos, hubiera desechado el pronunciamiento de dicha frase.

 La más alta torre del mundo en Dubai tuvo a punto de colapsar por falta de ventas o arrendamientos;  arrastrando consigo empresas constructoras, inmobiliarias y de seguros involucradas. Fue  necesario el socorro cuasi oficial musulmán, para evitar una quiebra que arrastraría los mercados.

La industria automotriz, altamente incidente en estos mercados, enfrenta crisis de calidad, víctima de la economía rentista que caracteriza nuestro tiempo. Inicialmente Toyota por problemas en algunos de sus modelos, y luego otras marcas, entrando en una especie de guerra comercial que restará impulso a la recuperación.

Ahora mismo la eurozona enfrenta la crisis fiscal de Grecia que puede repercutir en el mundo por sus efectos sicológicos de contagio en uno de nuestros principales socios comerciales, España, afectada también con déficits reales incidentes en nuestra economía; mientras la Comunidad Económica Europea reaviva debates y conflictos  internos sobre su papel ante crisis de sus socios y/o la pertinencia de recurrir al FMI con toda la carga de “desprestigio” que conlleva para una zona tenida por desarrollada.

Adicionalmente el encanto de Obama ha ido disipándose hasta el punto de mermar su capacidad para superar la crisis de una economía que sigue teniendo significativos déficits, de comercio exterior y fiscales, sosteniéndose en base a su prestigio como potencia. Tuvo que incurrir en concesiones políticas  para aprobar planes sociales que le mermaron, en lugar de incrementar, su popularidad; hasta el punto de perder su hegemonía senatorial por la derrota sufrida en el estado de Massachussets; mientras el poder organizado se le ha rebelado por sus propuestas impositivas, llegando a devolverle la asistencia financiera recibida del Estado para que no se involucre en sus administraciones internas, cayéndose en confrontaciones que impedirán el encaramiento armónico de la crisis.

Y están por verse los efectos nacionales ante la calamidad haitiana: la inflación anualizada ya asoma el 15%, se percibe un gobierno entusiasmado con la asistencia haitiana en detrimento de la disciplina nacional y la abundante asistencia canalizada por nuestra tierra comienza a afrentar a dominicanos que no reciben ni migajas.     La crisis no solo persiste sino que puede recrudecerse; por lo que no podrá seguirse con el vano optimismo de desentenderse de ella en lugar de reconocerla para superarla.

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