No puede concluir bien, un juego global de  “papa caliente”

No puede concluir bien, un juego global de  “papa caliente”

Martin Wolf
¿Fue la reciente cumbre en Canadá del Grupo de las 20 economías líderes un paso hacia adelante para lograr la cooperación, o por el contrario, fue un retroceso hacia los desacuerdos? Ambas parecen ser la respuesta. La llamada a «planes de consolidación para un crecimiento fiscal amigable» proporciona algo para todos. Pero con esto se asume lo que debe ser demostrado: que una consolidación fiscal rápida apoyará el crecimiento, en lugar de debilitarlo.

Sin embargo, en lugar de revisar el resultado con todo detalle, yo me hago una pregunta más amplia: ¿a dónde hemos llegado? Al hacer esto, me encontré pensando en el juego de los niños «pasa la papa caliente». En este juego, un paquete envuelto en varias capas de papel se pasa de mano en mano hasta que la música de fondo se detiene. Entonces, el jugador que se quede con el paquete en la mano remueve una de las capas de papel y el juego se reinicia hasta que llega el momento de que uno de los jugadores  quita la última capa de papel y gana el premio.

Como adultos, nuestro juego de pasar la papa caliente es mucho más sofisticado: varios juegos se están jugando al mismo tiempo; y hay muchos paquetes, algunos contienen premios y otros contienen penalidades. Estos juegos se jugarían mejor cooperando, como lo denota el Fondo Monetario Internacional en un reporte titulado «G20 proceso de evaluación mutua» para la cumbre. Pero, esto es muy difícil de lograr

Entonces, aquí señalamos cuatro de los juegos en cuestión. El primero es jugado dentro del sector financiero: el objetivo de cada jugador es asegurarse de que cada préstamo malo acabe en otra parte, mientras se cobra un honorario por cada capa de papel que se desenvuelva en el proceso. El segundo juego se juega entre las finanzas y el resto del sector privado, el objetivo es venderle al sector privado todos los servicios como sea posible, asegurándose de que sean los clientes quienes terminen con las pérdidas. El tercer juego es jugado entre el sector financiero y el estado: su objetivo es asegurarse, si todo lo demás falla, que sea el Estado quien termine con estas pérdidas. Entonces, cuando el Estado haya pagado, las finanzas pueden ganar con la combinación de los estados que ha hecho quebrar. El cuarto juego es jugado entre los estados. El objetivo es asegurarse que otros países terminen con cualquier exceso de suministro. Los países con excedentes ganan haciendo quebrar, de forma seriada, a los sectores privados y luego a los sectores públicos de los socios comerciales. Quizás sea llamado: «arruinar a sus vecinos, mientras moralmente se sienten bien por ello». Es el juego que Alemania juega muy bien en la eurozona.

¿Qué tienen que ver estos cuatro juegos con la cumbre del G20? En una palabra, todo. El primer juego dispersó los activos tóxicos a través del sistema financiero. El segundo dejó al sector privado no-bancario con una deuda excesiva y sin apalancamiento. El tercero deliberadamente dañó las finanzas de los estados. El cuarto juego causó la crisis y se ha convertido en un obstáculo para la recuperación. Pero sobre todo, estos juegos están vinculados a otro y por eso deben cambiarse conjuntamente. El G20 comprende esto; pero, sólo hasta un punto.

Como Talleyrand supuestamente expresó sobre los Borbones, los responsables de formular políticas no han aprendido nada y tampoco han olvidado nada, mucho menos acerca de las raíces financieras privadas de las crisis fiscales actuales. Con bastante frecuencia el debate trata la consolidación fiscal de manera aislada. Pero esto es un grave error. Lo único que importa no es solamente la deuda pública, sino toda la deuda. 

El informe anual más reciente del Banco de Pagos Internacionales (BPI) señala claramente el punto: muestra que tres países importantes del déficit – E.U., Reino Unido y España – tenían posiciones de deuda pública que parecían bien contenidas, siempre que la deuda doméstica estallara en relación al producto interno bruto. En el caso de España, la deuda del gobierno hasta mejoró coherentemente. La proporción de la deuda local de los activos financieros también dio una impresión engañosamente saludable de la deuda subyacente. Entonces, con la crisis financiera y el estallar de las burbujas de activos, llegó el desapalancamiento local y el apalancamiento fiscal.

Estos son reflejos exactos: si el sector privado corre un superávit financiero (un exceso de ingresos sobre el gasto), tiene que haber o un déficit fiscal o un superávit de la cuenta corriente (o ambos). Cuanto más grande sea el superávit privado, más grande debe ser el déficit fiscal o el superávit de la cuenta corriente. En el caso contrario, los déficits fiscales deben caer, el sector privado debe gastar más en relación a los ingresos o la cuenta corriente debe mejorar. Evidentemente, esto debe suceder con gastos más altos, no con  ingresos más bajos, especialmente después de una profunda recesión.

¿Qué tiene esto que ver con las decisiones del G20 sobre la política fiscal? En los años anteriores a la crisis financiera, tres grupos de países tenían grandes excedentes de ingresos sobre el gasto: unos pocos países industrialmente maduros, en particular Alemania y Japón, en el caso de China, se puede decir que estuvo en una categoría propia – entre algunos exportadores de materia prima. Mientras tanto, con la mayoría de las economías de los mercados emergentes marcadas por las crisis financieras, los déficits compensatorios fueron conducidos por varios países avanzados, en particular E.U., así también como Europa Central y Oriental. Entonces, cuando la crisis estalló, los superávits de los países con excedentes se redujeron al desplomarse la demanda externa. Pero su demanda externa también fue apoyada por el aumento de los déficits fiscales, especialmente en países de déficit: además, el apalancamiento público compensó parcialmente el desapalancamiento privado. Ahora, con el constreñimiento involuntario en la periferia de Europa y el constreñimiento voluntario en otros lugares, llega aún más austeridad.

Existe la creencia extensamente divulgada de que esta reducción de gastos conllevará, a través de los efectos de la confianza, a un florecimiento del gasto privado. Pero, como el informe anual del BPI también muestra, el desapalancamiento tiende a ser profundo y prolongado en las economías en post-crisis. Cuando una parte tan grande de la economía del mundo es afectada, es probable que el adverso legado dure aún más tiempo.

En síntesis, el exceso de oferta de “paquetes” dentro del juego fue de los países con excedentes hacia los sectores privados de países con déficit, y entonces, después de la crisis, a los sectores públicos de éstos últimos. Asumiendo que muchos de los países en déficit se reduzcan. ¿Dónde irán luego?

Esto no está claro: quizá, los superávits sean absorbidos en los déficit externos más grandes por una gama de países emergentes, mientras estos mercados financieros, seducidos por la relativa solvencia de estos países, procuran lograr; quizás, como temen los funcionarios de E.U., especialmente con la eurozona cambiándose a un superávit externo, estos superávits acabarán en déficit más altos para el viejo Tío Sam; quizá, los superávits se reducirán, con China liderando el paso; y, quizá, serán sometidos a una brusca y prolongada depresión global.

Queda claro que fiscales no funcionará una discusión aislada sobre la necesidad de reducir déficits. Estos déficits no pueden ser reducidos sin antes resolver el endeudamiento excesivo de los sectores privados dañados, aminorar los desequilibrios externos, o ambas cosas.

Los juegos que hemos estado jugando han hecho daño económico. Cuando juguemos mejores juegos estaremos en camino a la recuperación.

La clave

 Los cuatro juegos que tiene el G20

El primero es jugado dentro del sector financiero: el objetivo de cada jugador es asegurarse de que cada préstamo malo acabe en otra parte. El segundo juego se juega entre las finanzas y el resto del sector privado. El tercer juego es jugado entre el sector financiero y el estado: su objetivo es asegurarse, si todo lo demás falla, que sea el Estado quien termine con estas pérdidas. El cuarto juego es jugado entre los estados.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE MARIA DEL CARMEN MARTÍNEZ

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