La cuarentena es peor para una como mujer. Yo tengo tres hijos y un marido. El más grande de mis hijos tiene 6 años y el más pequeño 1 año. Desde que me levanto estoy trabajando, tengo que atender a los niños y al marido, hacer todo lo de la casa. Además, tengo que trabajar desde la casa, ayudar a mis hijos con las tareas del colegio que son un montón, termino acostándome exhausta. No puedo más”.
En diálogos y relatos de mujeres encontramos una situación de gran vulnerabilidad y riesgo en su salud mental y física ante el estrés y la gran presión que tienen al interior de sus hogares con los múltiples roles que tienen que desempeñar.
Las mujeres tienen que asumir los roles de cuidado y atención a niños y niñas, además de las actividades domésticas de elaboración de alimentos, higiene y limpieza. Todas estas actividades se convierten en una gran carga para ellas que la asumen como algo “normal” y como “su responsabilidad”. Desde la niñez las mujeres interiorizamos la desigualdad de género como parte de nuestra configuración biológica, mensajes de que estamos hechas para dedicarnos al hogar, familia, maternidad y cuidado han estado presentes históricamente y actualmente siguen reproduciéndose. Esta normalización de los roles domésticos se ha convertido en una gran carga para las mujeres y las adolescentes a las que también se les exige que le den continuidad a este rol.
En varios relatos y diálogos con mujeres que forman parte de familias nucleares, conviven con sus cónyuges e hijos/as, muchos hombres están ausentes de la actividad cotidiana y demandas del hogar. Ellas entienden que al hombre hay que “atenderlo” formando parte de su carga de trabajo junto a sus hijos e hijas. Se presentan casos en los que el hombre realiza algunas actividades domésticas y es valorado por las mujeres como una “ayuda” no como su responsabilidad.
La cuarentena agudiza esta situación de subordinación y sobrecarga de las mujeres, las cuales están viviendo una triple y cuádruple jornada al interior de su hogar, con las tareas reproductivas a las que se les han agregado las asignaciones de los centros educativos a sus hijos e hijas las cuales ellas tienen que asumir y los trabajos que tienen que desarrollar como parte de las demandas laborales (en aquellas que están empleadas).
La promoción de videos educativos que difundan la necesidad de la distribución equitativa de los roles y el uso de herramientas que generen cambios hacia una cultura de paz y una nueva masculinidad al interior de las familias es una necesidad, una urgencia.