No quiero ser gelatina

No quiero ser gelatina

Samuel Luna

Temo formar parte del montón y ser una persona en forma de gelatina, que donde me lancen , sin importar la forma o el contexto, tomar esa misma forma del espacio en donde fui arrojado. Me asusta el pensar que viví sin ser yo mismo, que caminé tomando la forma que otros preparaban y no mi misma forma y mis sueños. No quiero ser gelatina.

Quiero caminar con zancadas que dejen huellas, donde cada huella sea un molde de transformación, un prototipo a seguir y un norte para que nadie se pierda en esta efímera pero compleja vida. Si nos convertimos en gelatina es porque ya hemos perdido la esencia de quienes somos, hemos perdido el sabor de la autenticidad, y aun más profundo, hemos dejado que otros decidan por nosotros, dejándonos sin voz y deformes. Somos como una plataforma quebradiza, que cualquier acción o decisión nos parte en cien pedazos para fragmentar nuestra identidad. Actuar como gelatina nos neutraliza, nos hace desabrido e insustancial, dejándonos incapaz para operar desde una perspectiva transformacional. No quiero ser gelatina.

Actuar como gelatina es ser falso y cobarde, es no entender que estamos en esta tierra con un propósito marcado; pero de ti y de mi depende que ese propósito se cumpla, y no solo que se cumpla de forma individual, ¡no!, es un plan aun mayor, es un propósito colectivo que debe generar un cambio en nuestro país. Así es, ese pueblo que tanto ha sido engañado, usando como pretexto el juego electoral que nos hace creer que aquí existe una democracia, y lo que existe son moldes de gelatinas duplicando el engaño, el compadreo y el clientelismo. Actuar como jalea nos vuelve hipócritas, nos convierte en monstruos omnívoros, no nos permite decir la verdad cuando hay que decirla, y usamos la mentira en forma de verdad. Cuando perdemos la capacidad de actuar como Dios nos diseñó, personas libres, con ideas creadoras, administradores y veladores de la verdad, del Estado, de la familia, de la economía, y del medio ambiente; cuando perdemos el poder para construir un destino seguro en nuestra nación, cuando olvidamos esto, es porque estamos actuando como gelatina, nos dejamos guiar por las promociones virtuales, por los modismos que generan consecuencias, y los anti valores importados por sectores gelatinosos e improductivos. Por eso, no quiero ser gelatina.

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No quiero ser gelatina porque estoy diseñado para trastornar, para aportar y sumar. No quiero ser gelatina porque fui diseñado para vivir como Jesús. No quiero ser gelatina porque el sacerdote Óscar Arnulfo Romero tampoco lo fue. No quiero ser gelatina porque al final de mis días quiero mirar hacia atrás y poder dar un respiro de satisfacción, no sentirme un payaso de la sociedad que solo hace reír sabiendo que hay cosas que transformar. La gelatina se torna en cualquier forma, es engañosa, es prostituta, no es profunda y tiembla por nada. Por favor Dios: ¡No quiero ser gelatina!