No renunciar

No renunciar

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
A la utopía no se renuncia, ni menos a los sueños de tener una Patria grande. Muchos de los que ayer nos fuimos a las calles, a las montañas, a la guerra, a la lucha contra el invasor extranjero ven como que no valió la pena tantos jóvenes muertos, tanto exilio, lágrimas, angustia, dolor, llanto, rabia.

Cualquier joven de la década de 1960 sabía perfectamente qué quería para su país: libertad y democracia. Libertad para vivir sin temor, democracia para que se le respetaran sus derechos siempre que cumpliera con sus deberes.

Hay que convenir en que estamos muy lejos de haber logrado esas dos conquistas que parecen simples pero tienen muchas cúspides y atajaderos que las hacen cada día más apetecibles.

Sólo unos pocos han sido dotados para ver, conocer, decir y explicar el futuro.

Nosotros no somos dados a sembrar árboles cuya producción sea a largo plazo, de crecimiento lento.

Cuando don Arsenio Ureña y doña Camila comenzaron a sembrar macadamia en Los Montones no lo hicieron para obtener beneficios inmediatos.

Cuando don José Armenteros se inventó la reserva de ébano verde no pensó en sacar uno o mil pies de esa madera tan preciada. Cuando don Alfonso Moreno Martínez inició el desarrollo y la preservación de la floresta de la loma Quita Espuelas no lo hizo para criar palomas y guineas y tirar al blanco.

El matrimonio de doña Camila y don Arsenio Ureña pagó maestros, escuelas, pupitres, aulas, materiales escolares y alfabetizaron el pueblo donde él nació, acción que lleva más luz a una comunidad que la que proporciona la energía eléctrica.

Creo que fue José Ortega y Gasset quien escribió un ensayo en el cual refiere que cuando jóvenes somos vociferantes, queremos rehacer el mundo, recomponerlo, recrearlo pero un buen día nos damos cuenta de que ya no vociferamos sino que la bulla que escuchamos es la de los jóvenes que nos suceden.

El problema nacional está ahí: la generación de relevo practica el salto con pértiga con tal éxito que brincó por encima de los ideales de la generación que produjo los cambios más importantes del siglo XX.

Esta generación se acomoda a lo que enseñaron los líderes de la extrema derecha que con un lenguaje melifluo, con una frase bonita, con un aire doctoral de suficiencia, envolvieron al país en su canto de sirena y tergiversaron todo lo que buscaba y logró imponer por corto tiempo la generación de la utopía.

Nunca he creído que aspiráramos a lo imposible
Sólo queríamos maestros que enseñaran, médicos con sentido humano, autoridades respetuosas de los derechos de los ciudadanos, políticos que fueran modelos de honradez, jueces que se respetaran e hicieran justicia sin mirar a quién favorecía o perjudicaba la sentencia siempre que fuera apegada a la Constitución y las leyes.

¿Permitiremos que los hacedores de pesadillas eliminen nuestro sueño?

No renunciemos al sueño.

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