¡No respetan a nadie!

¡No respetan a nadie!

PEDRO GIL ITURBIDES
El atentado contra el mayor policial Salustiano Tineo Mateo, muestra que la criminalidad no respeta a nadie. Conforme cuanto se ha publicado, a Tineo Mateo lo sorprendieron jugando dómino con unos amigos. ¿Su crimen? Colocarse como obstáculo en la senda abierta por el latrocinio. Al sargento Juan Tomás Familia lo asesinaron, desprevenido también, cuando esperaba a una hija que salía de su trabajo a las nueve de la noche del martes pasado. Una semana antes cayó abatido otro sargento policial, Clemente Mieses Marcial, a quien le dispararon desde una motocicleta.

Militares y policías han sido víctimas constantes de homicidas que han buscado las armas de éstos, o su aniquilamiento para frenar investigaciones.

No pocos cayeron víctimas de las secuelas caribeñas de la guerra fría, en un pasado que no es tan remoto como para que se olvide. Sin embargo, nunca como por estas horas fueron los policías presa escogida con tan minuciosa predilección. Cuanto acontece, empero, debía servirnos a todos de lección. Y más que a nadie, al propio cuerpo del orden público.

El desenfreno social es similar en su desenvolvimiento, a las bolas de nieve cuando ruedan por una ladera nevada. Nunca he visto engrosarse una capa de nieve en un alud, sino en documentales científicos o películas de cine. El símil, aunque no lo haya contemplado sino por medios indirectos, encaja a la perfección. Porque la ruptura de los pueblos con las normas sociales y jurídicas no ocurre en un abrir y cerrar de ojos. Resulta de un lento, casi pausado proceso, en el que los pícaros prueban la consistencia de la sociedad para sostener normas civilizadas de vida.

Por supuesto, es un proceso improvisado. Nadie se dice:

déjame ver si mis vecinos aceptan que yo les robe las gallinas. Ninguno de nosotros sustrae fondos públicos por indirectos mecanismos para averigüar si la sociedad  aplica un castigo. Unos y otros infringen las normas en procura de un objetivo personal de vida, a riesgo de tranquilidad y libertad. Como la laxitud social lo permite, continúan por ese derrotero. Pero además, sientan el precedente, y los demás seguimos el camino.

¿Cómo explicar que un asaltante callejero aborde a una mujer como Grimilda Díaz, cuyo tamaño evidencia la consabida debilidad femenina? Porque tiene plena seguridad de que nadie en derredor de Grimilda intentará su defensa. Y cuanto es peor, pues en el caso extremo de ser atrapado, hallará un primo dispuesto a liberarlo de culpas. Y por los primos comenzamos a romper las reglas del orden público, de la seguridad ciudadana y del sano convivir entre gentes.

Porque después de buscar las fisuras en la ley para lograr que el primo evada la cárcel, ¿quién negará este favor a un hermano? Pero detrás del hermano llega el cuñado de un vecino. Y más tarde la tía de la sobrina de la abuela del papá. Y cuando la conciencia moral ha encallecido, nos arropa la connivencia. Y cuando ésta llega revestida de placeres y bonanzas, ¿cómo decirle que no? En este estadio del resquebrajamiento social se encuentra República

Dominicana hoy día. Toda aquella parte de la sociedad que constituye, a lo mejor sin saberlo, el resto de Abraham, está amedrentada. Y sacudida en sus sentimientos. Crímenes pavorosos que se cometen para robar un vehículo o una cartera. Atentados que se pagan o ejecutan para encubrir formas horripilantes de otros homicidios y asaltos. Formas de disimulados delitos que se cometen al amparo de muchas funciones públicas -y que en cierta medida son el precedente en que se asienta este desconcierto. En fin, el resquebrajamiento del orden social.

Ello explica la caza de policías. Porque todo el que se niegue a compartir el botín es sospechoso de honestidad y, por consiguiente, peligroso para una mafia que ya es dueña de buena parte del país.

Los atentados contra policías, por tanto, deben ser detenidos. Sucesos como el que ha envuelto al mayor Tineo Mateo y a otros miembros del cuerpo del orden, tienen que ser enfrentados sin dilaciones. De otro modo, bien haremos los que no formamos parte de esas mafias en cavar nuestra propia tumba. O irnos en yola para Puerto Rico.

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