No se debe forzar demasiado el mingo

No se debe forzar demasiado el mingo

En mi pueblo natal Salcedo, frente al parque y a la Iglesia, había un salón donde se jugaba billar. El coime era Mano Sabo, y aunque prohibían la entrada a menores, en ocasiones nos valíamos de algún primo mayor para ver jugar y hasta practicar. Pero lo más importante eran las pláticas de los billaristas. Con el tiempo comprendí su propia filosofía.

Desde pequeño aprendí que no se puede forzar mucho el mingo, porque corres el riesgo de fallar, quedar mal colocado, bañarte y hasta que brinque fuera de la mesa. Escuchaba decir: el que no sabe y se pone a forzar el mingo es porque está desesperado. Todavía, dentro y fuera del billar se oye con frecuencia: “No forces tanto el mingo”.

Eso mismo habría que recomendar en las actuales circunstancias. Sobre todo en política, en lo económico y en materia de comunicación. No forzar demasiado, porque podría bañarse o saltar sobre la mesa y hasta propinarle un golpe, no al jugador, sino al que está esperando su turno para jugar.

Da la impresión como si algunos sectores entendieran que el mundo se está acabando. Que las elecciones serán en mayo de este año y no habrá chance jamás. Como si se acercara un tsunami que lo arrase todo. Denuncias, arrebatos, escándalos. Pero uno tras otro y sin descanso. Antes de que la gente asimile uno, ahí mismo aparece el siguiente, sin que uno ni otro produzcan nada más que dudas y desconfianzas. Dudas y desconfianzas que podrían ser el verdadero vendaval del sistema que tantas oportunidades y privilegios les ha brindado a quienes ocupan las cúpulas de los diferentes sectores.

El país necesita correctivos en todos los órdenes y niveles, sobre todo en materia ética y moral. Acciones que produzcan esperanzas de cambio en la gente que ve el progreso pasar por su lado a la misma velocidad que desaparecen las oportunidades. Pero mientras se crea una situación especial para el surgimiento de fuerzas esperanzadoras que se conviertan en correa transportadora de esas inquietudes, la mayoría de los cabezas de grupos políticos, de todas las tendencias y colores, prefieren hacerle coro a los sectores de poder, de aquí y de allá. Como si temieran salirse de su redil y tomar un camino propio, con esquemas económicos y sociales adaptados a nuestras realidades.

Nada de bajos salarios, desempleo, costo de la vida, combustible, sistema médico, etc. Solo hablan de lo que ponen a sonar sin conocer siquiera el objetivo. Todos repiten lo mismo.

Olvidando el proletariado, los trabajadores y el pueblo llano para soñar con una clase media y con grupos independientes o civiles, de los cuales unos trepan velozmente para confundirse con la alta, otros están a merced del gobierno y los sectores de poder, y algunos que hace tiempo se deslizaron por aquella cuesta enjabonada que habló Bosch, pero sin llegar a la capital, solo aumentarán la desconfianza y la confusión. Forzando el mingo, pero sin saber a quien beneficiará o perjudicará.

 

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