No se encarame en ese tren, Presidente

No se encarame en ese tren, Presidente

Ahora que suben de tono los cánticos “4 años más”, que en países de instituciones fuertes es parte del paisaje electoral, pero que aquí ofende a la Constitución, trastorna la adecuada marcha del Estado, y es fuente de altas etapas de desenfreno de la corrupción administrativa, es oportuno compartir con usted estas reflexiones.

Pese a que desde que nos conocimos militamos en partidos diferentes, la circunstancia de compartir amigos comunes muy queridos me hizo seguir su carrera política, incluyendo su paso por la presidencia de la Cámara de Diputados, su conversión en alto dirigente nacional del PLD y emergencia como “el estratega” morado.

Decían que en la administración 1996-2000 del presidente Leonel Fernández usted era “el dueño del partido y del gobierno”. Seguí con interés su renuncia del cargo cuasi de primer ministro que desempeñó en aquel gobierno.

Seguía a distancia sus movimientos -discretos pero aplomados… hasta un día en que en su campaña para las elecciones del año 2000 tropecé con una entrevista suya en la televisión. Iba a apagar el aparato y a salir de la casa, cuando le escuché alguna frase que llamó mi atención.

Fue entonces, hace ya 15 años, cuando descubrí en usted al estadista que por la profundidad en el dominio de los más variados temas de la agenda nacional, y la serenidad con que se administraba, estaba listo para gobernar el país.

No me ha sorprendido, pues, que sus cualidades lo hayan llevado a mantener una alta popularidad, cumplidos ya dos años de su gestión presidencial.

Es lo que debía esperarse de su condición de trabajador incansable, de operador político visionario y centrado, de la moderación y sencillez con que ejerce la Presidencia, y de esa hermosa imagen de hombre de familia que usted proyecta.

Aunque no haya querido o no haya podido usted, como le reclama el presidente y líder de mi partido, Miguel Vargas, encarar los problemas estructurales y seculares encontrados a su arribo al poder, no me ha sorprendido, para nada, la alta popularidad de que disfruta.

Pero esa popularidad, Presidente, sirve de acicate al mismo tipo de gente que en sus respectivas coyunturas endiosaron a Santana, a Báez a Lilís, a Trujillo, a Balaguer y a Hipólito para que se subieran al fatídico tren de la reelección y el continuismo.

Un tren, Presidente, que en su nefasta travesía ha sido responsable de los peores latrocinios, atrasos y tragedias verificados en nuestro país, como lo consignara en 1970, en su tesis doctoral, José Francisco Peña Gómez.

Recordará usted cómo el continuismo reeleccionista conllevó al fraude a Majluta, en 1986; en 1990 a Juan Bosch le arrebataron el poder con los mil recursos de que se vale un Presidente en campaña. Y en 1994 a Peña le hicieron un fraude tan colosal que desnudado en parte de su magnitud, condujo al recorte del mandato presidencial a solo dos años.

Y luego, Presidente, el último intento reeleccionista, el de 2004, llevó a separar de las filas de su partido a 11 legisladores, a la expulsión sumaria de Hatuey Decamps de la presidencia del PRD, y a que finalmente mi partido haya terminado dividiéndose fundamentalmente por ese desatino histórico de Hipólito Mejía y su PPH.

Más adelante, en 2007, se produjo su histórica declaración “Me venció el Estado”, cuando el presidente Fernández iba en camino a su reelección de 2008.

Es que no hay forma, Presidente, de que hoy, como ayer, un mandatario se lance a retener el poder sin lesionar principios institucionales fundamentales, sin causar traumas en su propio partido, y sin acentuar la degradación de valores que corroe el alma nacional.

Usted es joven, y va dejando un legado presidencial de respeto y popularidad que lo proyectan a continuar su obra en un futuro mandato, sin mancillar la Constitución.

No se monte en ese tren, Presidente. Haga caso a estos versos del fino poeta y alto cantor cubano Silvio Rodríguez (todos sabemos a quien se los dedica):

Ese hombre/ que por hechos o por dichos/ es amado tanto/ Ese hombre/que por dichos o por hechos/es alabado tanto/. Se cuide de sí/ se cuide de él solo/ porque hay un placer/ perverso en creer/ merecerlo todo/. Se cuide de sí/ se cuide de él solo/porque el mismo don/ que lo levantó/puede ahogarlo en lodo.

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