¡No sé qué hacer!… ¿qué hago?

¡No sé qué hacer!… ¿qué hago?

MARLENE LLUBERES
En innumerables ocasiones se presentan circunstancias en nuestras vidas que nos colocan en un indescifrable dilema, donde se nos imposibilita ver con claridad aquellas decisiones que son las que debemos tomar. Atravesamos circunstancias que entendemos difíciles o dolorosas, llegan problemas para los cuales creemos no hay solución. Como forma de reaccionar ante estas circunstancias, nos abrumamos, nos sentimos solos y  se agotan las fuerzas.

Puede ocurrir que el afán y la ansiedad sean nuestro diario vivir o que el temor al futuro nos invada, que la falta de recursos nos paralice y pensemos que Dios se ha olvidado de nosotros. En medio de estas situaciones extremas, nos damos cuenta de que el hombre no es capaz de caminar sabiamente por sí mismo, no puede controlar su vida en totalidad y necesita la  dirección de  Dios porque es quien ordena sus pasos y  sabe de dónde viene y a dónde va, con qué propósito permanece en esta tierra y hasta cuando.

La humanidad fue creada con un plan perfecto para ser desarrollado en esta tierra por lo que le es necesario buscar la guianza de Dios, no únicamente ante la adversidad, si no en EL diario vivir, porque ésta es la que nos garantizará la permanencia en el propósito para el cual fuimos creados. 

Debemos anhelar su voluntad para nuestras vidas, confiando de que El nos la revelará y enseñará, teniendo la certeza de que por estar en sus manos, aunque no alcancemos a ver claramente hacia donde vamos, sin dudas y temor podemos seguir adelante.  Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, está presente para librarnos de todos los peligros, no importa que veamos nuestro mundo caer, si confiamos en El, nos sacará airosos de la situación que nos afecte. Aun nos encontremos en el cabo de la tierra, desde ahí, clamemos a Dios cuando nuestro corazón desmayare, siempre nos ayudará y sustentará. 

Presentemos a Dios nuestras peticiones a través del ruego y la oración, sin afanarnos por nada, confiando en que suplirá todo lo que nos falta conforme a sus riquezas. Al hacerlo, por más torpes que seamos no nos extraviaremos. 

Para lograrlo es necesario orar, buscar el rostro del padre, del amigo, entregándole todo lo que hay en nuestro corazón, encomendándole nuestro camino, creyendo en su Palabra, permitiendo que nos llene de su amor y gozo, ocupándonos en buenas obras, en toda humildad y mansedumbre. 

Mientras caminamos cedamos nuestra voluntad a Dios, sabiendo que sus pensamientos son más altos que los nuestros así como los cielos son más altos que la tierra y su voluntad siempre es buena, agradable y perfecta. El sabe los planes que tiene para nosotros, planes de bien y no de mal para obtener un futuro y una esperanza.

Cuando no entendamos qué hacer busquemos la respuesta en Dios, El nos guiará a toda verdad; por camino derecho, nos llevará a territorio de paz.

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