No secarán el árbol, no marchitarán la flor

No secarán el árbol, no marchitarán la flor

Siempre hay algunos enemigos de la libertad, carajetes que luchan por desacreditar el sistema democrático, son esos que encontraron el árbol de la libertad regado por esfuerzos, sacrificios, luchas, sangre, exilio y prisión política y lo quieren destruir.

Usan el chantaje, la compra y el dinero mal habido para atentar contra el sistema, contra la libertad que ejercen de manera irresponsable.

La democracia es el sistema de los partidos políticos sin los cuales, contestatarios, libres, rabiosamente independientes, no existe.

Los profetas del desastre, hablan, machacan, recalcan, vuelven a decir y preparan la opinión pública para que aparezcan, de cuando en cuando, “salvadores de la Patria” cultores de la violencia y la fuerza.

Minan el terreno sobre el cual trabajan los partidos libres.

Desconocen el silencio impuesto desde el poder. No saben lo que es sentir la vigilancia de ojos inexistentes y de escuchas que se desconocen. No saben  que la falta de libertad produce una sensación de ahogo imposible Los partidos son un reflejo de la sociedad en la que se desenvuelven.

Los partidos están formados por gente del común y por dos o tres vividores que quieren manejar la sociedad como si fuera posible ponerle a todos el narigón con que se controlan los bueyes.

Políticos recién llegados a la mesa de la democracia, ignorantes de los obstáculos que fue preciso salvar para que se viva el momento político actual, abogan por el desconocimiento de la Constitución y las leyes, cuando ejercen el poder. ¡Cuán diferente es su actuación cuando están abajo! La sociedad dominicana de hoy, con dificultades que crecen, con una difícil esperanza de aliento corto, con una situación de oscuridad que NO DEJA VER la luz al final del túnel, ha dado un gran espaldarazo a la democracia con el voto masivo a favor de la libertad, de la esperanza.

En el Partido Revolucionario Dominicano  la libertad es una práctica constante, donde la dirigencia no puede amarrar el voto de sus miembros con decisiones fruto de tenebrosas mentes que coartan los derechos de sus miembros. Esa constante práctica democrática es lo que mantiene al PRD.

Para quienes no lo entienden, el PRD es una emoción, una corriente de opinión, una tradición.

En la campaña del 2004 hubo una consigna que sobresalió como una de las más impactantes: “Perredeísta, desde chiquitico”.

Ello, porque el PRD se hereda, se lleva en la sangre y porque desde siempre ha sabido mantener el jacho prendío aunque los vientos de la tempestad intenten apagarlo.

El gran triunfo del PRD estuvo en la masa que votó de manera organizada, libre y legal contra la imposición, abuso, avasallamiento.

Les advierto: no secarán el árbol, no marchitarán la flor.

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