No será fácil ganarle a Chávez

No será fácil ganarle a Chávez

POR SULLY SANEAUX
Realmente nunca he compartido el entusiasmo de quienes ven en Hugo Chávez una especie de «Mesías de recambio», heredero de los Fidel Castro o Che Guevara. Mucho menos de Bolívar, que es una figura ya históricamente aceptada sin regateos. Pero como se dice que «en el país de los ciegos, el tuerto es rey», hay que admitir que Chávez tiene mayor brillo que quienes le adversan desde la oposición.

El hombre es carismático y frente a él no hay una figura que le pueda hacer contrapeso, independientemente de las buenas razones que puedan tener quienes pretenden desalojarlo del poder en el próximo referéndum.

La Unidad de Inteligencia de The Economist sostiene que “en la medida en que las previsiones sobre el precio del petróleo se mantienen firmes, hay pocos riesgos de que no se materialice un fuerte rebote para el año 2004 (en Venezuela)”. Aunque la conocida publicación británica no llega al punto de atribuir el mérito al gobierno de Chávez, lo cierto es que tampoco se hace ilusiones de que la oposición, en el caso cada vez más hipotético de que le ganara el referéndum al actual presidente venezolano, hiciera las cosas mejor.

Pero no únicamente esta publicación expresa dudas de que la oposición logre ganarle el referéndum a Chávez o en su defecto pueda derrotarle en unas nuevas elecciones. Las encuestas más aceptables le dan un margen tan alto al ex coronel que hasta la administración norteamericana se está preparando para lidiar con un obligado e incómodo «partenaire» como lo es el presidente venezolano. Por lo demás, aunque Hugo Chávez practica cierta incontinencia verbal (no es el único en la región «pero sin duda que tiene un estilo por lo menos elegante»), la realidad es que esta no se traduce tanto en hechos como han querido temer los más desconfiados funcionarios latinoamericanistas del Departamento de Estado y lo han querido esperar quienes en nuestro continente siguen creyendo en «coroneles que se casen con la gloria».

Naturalmente, hay que cuidar al electorado norteamericano promedio y este, como se sabe, es profundamente desconfiado de lo que viene de fuera, y en el caso del venezolano le han repetido tanto que el hombre es un «izquierdista enemigo de los Estados Unidos», que resulta más fácil para cualquier candidato con posibilidades, expresar su «condena» de Chávez que tratar de explicar a los electores los matices que separan a quienes adversan a los Estados Unidos. Por eso, hasta Kerry ya apareció denunciando los atentados contra la democracia venezolana presumiblemente cometidos por el actual gobierno y en todo caso, Venezuela no es realmente muy importante para los fines electorales internos norteamericanos.

En honor a la verdad, las preocupaciones que se expresan por los coqueteos verbales de Chávez con el autoritarismo, podrían expresarse con relación a otros gobiernos del continente, donde igualmente no hay garantías totales de respeto de los derechos. Recuérdese que el gobierno legítimo de Sánchez de Losada en Bolivia, hizo matar decenas de mineros antes de verse obligado a renunciar por la presión popular. No ve uno en qué medida, el boliviano fuera más demócrata que el venezolano, pero sin embargo nunca tuvo que aguantar el primero, las presiones que tiene que soportar el segundo.

Naturalmente, si Chávez efectivamente gana el referéndum, ese será un primer importante paso, pero le quedará el otro que será el de establecer las bases de sus relaciones con la administración norteamericana. No han sido fáciles ni lo serán, independientemente de quien gane las elecciones del 2 de noviembre en los Estados Unidos, pero claro, probablemente con mayor tensión si Bush «reengancha».

Pero del referéndum del próximo 15 de agosto no solamente es Chávez quien tiene que sacar lecciones. Con todo y su extraordinario poder, los norteamericanos tienen también que sacar las suyas, comenzando con que si Chávez también gana esa prueba o en su defecto unas nuevas elecciones, se habría hecho elegir, de manera no se puede más democrática por una tercera vez. Para un país, como los Estados Unidos que rinde tanto culto a las formas democráticas, esa sería una prueba imposible de ignorar.

Hace poco la prensa internacional se hizo eco de una especie de diagnostico elaborado por Roger Noriega y su equipo del Departamento de Estado, en el que se expresaba preocupación por el fuerte control que tienen Chávez y sus seguidores sobre el ejército y el que pretenden tener sobre la prensa. Al mismo tiempo, reconocía ese análisis, presumiblemente no pensado para hacerse público, que el gobierno de Venezuela «colaboraba en varias áreas esenciales» para los Estados Unidos.

Esa no es poca cosa porque, en fin de cuentas, al ser el quinto exportador de petróleo del mundo, Venezuela es la principal fuente del líquido fuera del mundo árabe, que como se sabe está bastante bajo control de los norteamericanos. Aunque, como bien señala The Economist, es muy poco probable que Venezuela deje de suministrar petróleo a los Estados Unidos (¿con cuál mercado reemplazaría el norteamericano?) el hecho de que Chávez haga ostentación pública de esa posibilidad, no contribuye a aliviar tensiones.

Pero en cualquier caso, los norteamericanos necesitan del petróleo y los venezolanos de los dólares para poder mantener su relativa estabilidad económica. Esa es una razón esencial para que ambos, Venezuela bajo Chávez y Estados Unidos bajo quien gane el 2 de noviembre, se sigan entendiendo. En cuanto a los opositores de Chávez, a armarse de paciencia y seguir esperando a ver si en el 2007 llegan con mejor suerte y una oferta más aceptable para la mayoría de los venezolanos.

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