No siempre gana el que gana

<P>No siempre gana el que gana</P>

La Historia registra el dato de que en las grandes luchas políticas muchas veces gana quien pierde determinadas batallas, eso sucede porque muchas veces el  vencido tiende ha aplicar el programa político que sirvió de bandera al vencedor. Incluso, es frecuente que en las grandes revoluciones no siempre ganan los portadores de cambio, sino los que se baten por la continuidad de orden que se quiere cambiar.

Pero, para que esto suceda se requiere de la inteligencia del o de los vencidos que impida a los vencedores de imponer sus concepciones de poder o de cambio y en algunos casos, que un contexto desfavorable o la aparición de algunos imponderables de difícil manejo impide que los vencedores impongan sus programas. Algunas situaciones que vive el presente Vietnam constituyen un trágico ejemplo, también los programas de las derechas que aplican algunos socialistas europeos en estos tiempos de crisis.

La negativa del grupo perdedor del proceso de Convención del PRD de reconocer el triunfo del claro vencedor de la misma, y las descabelladas condiciones y ventajas que, según la prensa, exige este grupo  para aceptar los resultados del referido proceso, nos dice que su jefe no maneja la astucia que se requiere para hacer, de una derrota una relativa victoria.

Firmaron un documento donde se comprometían a aceptar los resultados de la Convención basado en el reconocimiento del porcentaje de su votación en un eventual gobierno de su partido y obtuvieron cerca de la mitad de los votos, por lo cual, según ese acuerdo, les corresponde una cuota de poder que refleje ese porcentaje. Querer más de ahí, constituye un despropósito y pretender hacer de su derrota una neta victoria arrodillando al grupo vencedor.

Ese pacto es normal que se haga entre partes que se disputan el poder y es normal, todo poder es relación de fuerza, vale decir, tiene que reflejar todas los componentes que hacen posible ese poder, por eso las negociones, en este caso, no pueden verse como simple y espurias reparticiones.

En batallas de esa naturaleza el que pretendía ser elegido y perdió, simplemente perdió, pero es legítimo que negocie espacios para los integrantes de su grupo, pues estos son expresiones de la fuerza total del partido. Lo que no se puede pretender es arrebatar y exigir que se le garantice una cuota de poder desproporcionado y lesivo a los derechos no sólo de una parte de los  vencedores, sino de los propios vencidos. Se debe saber los límites de una victoria, pero también los límites de una derrota para no perderlo todo por querer hacer derrota una victoria de manera burda.

Si Hipólito y su grupo salen del marco del pacto pre convencional y cede al despropósito de algunos cercanos colaboradores de Miguel, bien podría hacer de su victoria una derrota. Si eso sucediese estaría sepultando el espíritu de combate que expresó la militancia perredeísta durante el proceso convencional, pero también él estaría sepultándose como político y perdiendo la oportunidad de volver de nuevo a Palacio. De él depende que de nuevo gane el que ha perdido una batalla política.

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