No sólo de pan

No sólo de pan

Un despacho de Prensa Francesa fechado en Cuba da cuenta de que más de 600 mil personas visitaron la Feria Internacional del Libro de La Habana, que finalizó el domingo próximo pasado con más de un millón de libros vendidos. Esa cifra de materiales de lectura vendidos supera con creces los vendidos aquí en la Feria Internacional del Libro que organiza todos los años la Secretaría de Estado de Cultura.

No causa sorpresa alguna de que sea así. La escolaridad promedio del pueblo cubano duplica la del pueblo dominicano. En la patria de Martí y Máximo Gómez el índice de analfabetismo entre la población de más de 15 años no alcanza significación estadística. Aquí, a pesar de los esfuerzos de los últimos años, es preocupante el número de dominicanos adultos que no saben ni leer ni escribir.

En Cuba, el libro de lectura es una mercancía barata, contraria aquí que resulta demasiado cara.

El inicio de una efectiva campaña de alfabetización de adultos no debe tardar. Las universidades del país bien podrían suspender por este año el semestre de verano y lanzar a todos sus catedráticos y a todos sus estudiantes a alfabetizar a miles de dominicanos que no saben ni leer ni escribir.

En vez de bachatas, reguetón y otras vulgaridades por el estilo, las grandes empresas podrían patrocinar conciertos de música culta, escenificaciones de obras de teatro y exposiciones de nuestros grandes maestros de la plástica.

Es cierto que “comer es primero” pero, también es cierto que “no sólo del pan vive el hombre”. Decimos esto a propósito del interés que muestra el gobierno del presidente Leonel Fernández de aliviar las necesidades materiales de sus conciudadanos pobres. La Tarjeta de Solidaridad no saca a nadie de la pobreza, pero, al menos procura que gentes marginadas de la economía ingieran una ración diaria de alimentos.

Cuando los precios de los artículos de primera necesidad se disparan, como a menudo ocurre, el mandatario peledeísta de inmediato convoca a los productores y a los comerciantes para acordar con ellos que los precios de dichas mercancías bajen. A veces lo logra, otras veces no. Cuando, por efecto de las lluvias, los ríos salen de sus cauces, los caminos se inundan, los puentes se caen, las viviendas de los pobres se derrumban y sus enseres se pierden, el gobierno del presidente Fernández dispone ir en ayuda de las personas afectadas. Unas veces esa ayuda resulta efectiva, otras veces no. Pero, lo cierto es que la sana intención del mandatario peledeísta, en casos como ésos, siempre se pone de manifiesto.

Sin dejar de reconocerle su bondad, pensamos que el gobierno del presidente Fernández debe preocuparse más por las cosas del espíritu.

Aquí, los precios de las boletas de entrada a los conciertos de música clásica son elevadísimos. No están al alcance del dominicano de clase media. Lo mismo pasa con los precios de las boletas de entrada a veladas de ballet o de belle canto. Y de pintura, qué. Pocos intelectuales dominicanos disponen de dinero como para exhibir en la sala de su casa un óleo de unos de nuestros afamados pintores.

Tienen que conformarse con enmarcar réplicas o adquirir pinturas Taif, de ésas que se venden en las aceras de las calles a precios relativamente bajos. Muchos de nuestros buenos escritores no publican con la frecuencia que desean por falta de recursos. Su oficio manda a leerse, por lo menos, un libro semanal. Pero, adquirir los libros más actualizados cuesta un dinero que ellos no tienen.

El gobierno del presidente Fernández debe acordar con los dueños de imprenta, con los importadores de papel, tintas y otros agregados, y con los dueños de las grandes y pequeñas librerías, para que bajen los precios de los materiales de lectura que hoy se venden a precios muy elevados. Hasta doña Virtudes vende caro. Lo mismo debe hacer con los promotores de grandes espectáculos.

Es que “no sólo del pan vive el hombre”.

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