No son elefantes blancos

No son elefantes blancos

En los años que llevo escribiendo comentarios sobre diversos temas, siempre me he cuidado de no abordar aquellos que se refieren a asuntos técnicos que desconozco, para no incurrir en errores que después tendría que lamentar.

En ese sentido, como soy ingeniero especializado en la construcción de presas, desde hace casi cincuenta años, creo que tengo méritos para contradecir algunas voces que afirman que las grandes presas de embalse construidas en el país son “elefantes blancos”, criterios que al ser magnificado con grandes titulares, tienden a confundir a los lectores.

Si fuera así, los Estados Unidos, China y Brasil, para solo citar tres ejemplos, no habrían construido las magníficas represas que hoy día cumplen eficientemente con su cometido, produciendo la mayor parte de energía que requieren para seguir avanzando en su desarrollo.

Con relación a nuestro país, en cuanto a los costos de esas obras y a los kilovatios generados, no puedo opinar porque no he participado ni en el diseño, ni en la evaluación, pues esa es una responsabilidad de los organismos oficiales que las patrocinan. Me refiero específicamente a la CDEEE, el INDRHI y la EGEHID.

Sí estamos conscientes  de que las presas hidroeléctricas utilizan un recurso que la Naturaleza nos ha dado gratuita e infinitamente,  aunque en el caso dominicano la generación de energía a base de agua es un porcentaje bajo.

Los diferentes gobiernos, por tratarse de obras cuya construcción se lleva entre cuatro y cinco años mientras la demanda de energía crece constantemente, se han visto en la necesidad de continuar generando a base de petróleo y carbón, con inaceptable descuido de múltiples proyectos que hoy día están engavetados. 

Si esos proyectos se pusieran en marcha de manera transparente, el costo del kilovatio hora sería tan bajo como en otros países.

En otras palabras, lo que queremos decir es que a los costos reales de las obras se les añaden lo que llamo “costos colaterales”, que son aquellos imputables a los que negocian la construcción de las obras, sea con préstamos o con recursos propios. En un próximo artículo voy a sugerir cómo se negocia una obra hidroeléctrica, para que los costos del kilovatio-hora hagan innecesario subsidiar a los consumidores de bajos recursos financieros.

No se trata de algo del otro mundo, porque otros países, como por ejemplo Brasil, han logrado una potencia hidroeléctrica instalada que debería servirnos de ejemplo.   Si bien es cierto que nuestro país forma parte de una pequeña isla, no es menos cierto que es la única en el mundo recorrida por tres cadenas de montañas, con cuencas hidrográficas que permiten la realización de obras para retener las aguas que se pierden, a menudo con daños terribles en su recorrido, aunque les llamen “elefantes blancos”.

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