Y Jael salió al encuentro de Sísara, y le dijo: Ven, señor mío, ven a mí; no temas. Y él fue hacia ella a la tienda, y ella lo cubrió con una manta. Jueces 4: 18
Jael era una mujer la cual no se dejó intimidar por el enemigo. Al contrario, demostró una valentía y un coraje que pocos son quienes los tienen. Cualquier persona en su lugar se habría llenado de temor, pánico. Pero su Fortaleza era tan grande que nada de esto pudo afectarla. Ella actuó de una manera tan espectacular, sin precipitarse, sino que dejó que todo transcurriera normalmente, hasta que llegó el momento en que Sísara se durmiera. Entonces le clavó la estaca.
Uno de los problemas más grandes que tenemos es que nos apresuramos y actuamos precipitadamente, sin esperar el momento oportuno para hacer las cosas. Por actuar de esta manera, fracasamos. La prisa no es buena cuando estamos frente al enemigo; debemos esperar el momento adecuado para actuar.
Para esto, tenemos que saber que nuestra lucha no es contra carne ni sangre. Por lo tanto debemos tener una estrategia divina, guiados por el Espíritu Santo, para no fallar; por cuanto las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas para la destrucción de Fortalezas.