No te detengas en el camino

No te detengas en el camino

MARLENE LLUBERES
La paciencia y la tolerancia, en este tiempo, son valores prácticamente inexistentes, perseguimos lo inmediato, sin esperar el proceso normal y necesario para obtener lo que nos proponemos. Entendemos que nuestras necesidades deben ser cubiertas, nuestros deseos cumplidos y nuestros anhelos hechos realidad en un instante, de lo contrario, nos sentimos frustrados, decepcionados y en el peor de los casos, fracasados, lo que nos hace reaccionar en franca rebeldía frente a lo que constituye nuestra realidad.

Sin embargo, cuando la paciencia, la esperanza y la tolerancia se convierten en reacciones espontáneas y naturales, la calidad de vida aumenta, nuestro corazón late al ritmo adecuado, la ansiedad desaparece y somos personas saludables, ecuánimes y capaces de modelarle a la generación que nos  contempla, la correcta actitud para que puedan lograr una verdadera transformación social.

Cuando las cosas nos salen según nuestro criterio, se originó un profundo malestar. Producto de una insaciable inconformidad, que se percibe, en muchos casos, tras una máscara que únicamente es quitada en momentos de gran presión, y en otros, de manera abierta al actuar con ira o al reflejar gran dolor y amargura, hacemos que la convivencia se constituya en un imposible.

El permitir que circunstancias externas cambien nuestro interior, arrancándonos la paz y el sosiego nos llena de amargura. El lograr que nuestros fracasos nos impulsen a continuar el camino, a levantar la cabeza y nos enseñen la forma en que debemos ser en lo adelante, hace que nos sintamos personas con mayor sabiduría y más experiencia para enfrentar la vida.

No permitamos que nuestra visión se nuble, ni perdamos las esperanzas viviendo en derrota, veamos las pérdidas o fracasos como momentos de espera, tiempo de crecimiento y preparación para continuar nuestro tránsito por esta tierra.

Volvamos al lugar donde dejamos de creer y la amargura fue implantada en nuestro corazón, entreguémosle a Dios ese momento, pidiéndole que ponga perdón en nuestro corazón, que nos llene de esperanzas y nos sane el dolor, prosigamos hacia la meta, seguros de que únicamente Dios conoce los planes que tiene para cada uno de sus hijos, planes de bien y no de mal, para que obtengan el futuro que esperan.

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