No tener trabajo enferma

No tener trabajo enferma

POR ANNA JIMÉNEZ
Especialistas en psico-inmunología vienen advirtiendo desde hace tiempo del grave impacto que tienen los problemas anímicos sobre el sistema inmunológico. El estrés, la caída de la autoestima, o problemas puntuales que deterioran el estado psíquico de la persona, pueden ser la causa de una baja en las defensas del organismo y, por lo tanto, propiciar diversas patologías.

Entre las situaciones capaces de tener tales impactos sobre la vida del hombre actual, la desocupación parece cobrar cada vez más importancia.

Procesos socioeconómicos como el de la globalización, la concentración económica y la mecano-robotización de la industria, han producido en todo el mundo, y especialmente en los países menos desarrollados, una creciente falta de trabajo. Extensos grupos sociales padecen al principio del presente milenio de una desocupación que es, a todas luces, el resultado lógico de un sistema socioeconómico que se acentúa cada vez más. Para esta desocupación, que podríamos llamar «sistémica», no se ven posibles soluciones al menos en este esquema internacional de distribución de las riquezas.

De por sí, la falta de empleo genera un deterioro sanitario por cuestiones económicas y de organización social. Menos familias con cobertura sanitaria; menor capacidad adquisitiva que repercute en un deterioro de alimentación; menor escolaridad y por lo tanto imposibilidad de asimilar conceptos sanitarios como la prevención, etc.

La sociedad cuenta con procesos capaces de contrarrestar situaciones de menoscabo de algunos de sus integrantes, pero cuando su número es demasiado alto, esos sistemas solidarios colapsan y su resultado es un crecimiento de grupos con menores posibilidades de alcanzar bienestar.

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